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  • Chimenea y persiana atajan el invierno de buena gana. No son precisos muchos quiebros en el camino para dar con esa posada que José Nestora y su mujer, May Herrera, han convertido en un remanso antiestrés frente a las cumbres de Gredos, al suroeste de la provincia de Ávila. El lugar no está indicado, ni siquiera figuraba su nombre en la entrada durante los primeros meses de su apertura. Pero de noche se adivina su buena traza rústica y la iluminación tórrida del porche en la zona alta del pueblo, como un flechazo romántico sobre el corazón de quienes pretenden enclaustrarse todo el fin de semana. Lumbre, madera, edredones, cortinas, velas encendidas y un puzzle de volúmenes y formas enhebrado en tres plantas por la construcción de ladrillo visto y mampostería. El ras de prado logra diferenciar tres ambientes característicos por sus mullidos sofás de lectura, sus muebles labrados, sus lámparas hogareñas y sus grandes ventanales proyectados hacia la terraza exterior, donde ensimismarse bien a gusto con el perfil nevado de las montañas que circundan Navalonguilla. La planta baja, abierta al jardín trasero, reúne las mesas del comedor. Sobrio a la hora del desayuno, muy razonable de precio en las cenas, si es que alguien se atreve con las renombradas judías de El Barco o los chuletones del valle de Amblés. Paredes tintadas Una escalera de madera vuelta sobre una araña de bastidor alambicado asciende hasta los dormitorios (ocho, sin contar con el de abajo, adaptado para la clientela discapacitada), todos ellos ambientados en estilos diferentes y resueltos con desigual fortuna. Unos más grandes, otros más apretados. Con paredes tintadas de salmón y ocres o empapeladas con motivos florales. Pero abrigados según el catecismo rústico de un hotel con encanto en el campo: almohadones sobre las camas, lamparitas cenitales de tela, cuadritos vegetales, esteras de enea, cabeceros de forja, muebles de interpretación imperio y azulejos de colores a cartabón en los cuartos de baño. Las instalaciones no dan para mucho más, y sus posibilidades de ampliación quedan limitadas a tenor de que el terreno sobre el que se levanta la edificación tiene dimensiones limitadas. Claro que, con semejantes vistas, una buena chimenea y tan celebradas sutilezas decorativas, ¿quién necesita mayor espacio que los dos metros de cama bajo unas gosipinas sábanas? Es invierno y la persiana está echada.
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  • Diario El País S.L.
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  • EL REMANSO DE GREDOS, un hotel rural en Navalonguilla (Ávila) con vistas a las cumbres nevadas
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  • Descanso al calor de una chimenea encendida
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