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Querido Paco: ¡Qué alegría verte en un lugar sereno! Me temo, por los lunamieleros que van contigo ahí, que de repente algo pueda convertirse en tornado con tal de que caigas en alguna dificutad. Te mereces el mar y la paz después de las ventiscas y la remota perdición entre el hielo. Ya sabes, desde aquí, siempre admirando tu pasión por el mundo. Un beso, Angeles
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