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Muchas veces no importa el cielo baje el que estés una noche. Todos parecen iguales, aunque con mayor o menor concentración de contaminación. Pero cuando estoy en una ciudad distinta a la mía me gusta mirar al cielo. Tal vez sea una tontería, pero nunca he tenido una fijación por la luna. Nunca me ha llamado excesivamente la atención ese gran lunar blanco. Lo que siempre me he parado a mirar son los cielos azules de esas otras ciudades.\n\n \n\n Tal vez porque he nacido y crecido en un clima tan lluvioso, siempre me llaman la atención esas ciudades en las que aunque haga un frío artíco, cada mañana me saluda un sol implacable. Como en Salamanca.\n\n \n\n Esa ciudad que adoptó cuando cumplí la mayoría de edad y de la que siempre guardaré mis mejores recuerdos. Esta foto es de ese cielo. De esos días en los que amanece soleado y que, a medida que avanza el día, se vuelve lluvioso. Es tan extraña esa combinación de azul y blanco. Ese cielo despejado y esas nubes que anuncian tormenta. Y es raro, porque muchas veces me siento así. Tranquilidad y tempestad. ¿Influirá que sea Geminis en esta dualidad que tengo dentro de mí ultimamente?\n\n
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