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El más pequeño ruido,\n\n como un poco inmenso,\n\n palpita mi cortejo errante\n\n sin correr más allá\n\n de muertes legendarias.\n\n \n\n Y, entusiasmado\n\n en revertir la inercia muscular,\n\n juego mis hojas al olvido,\n\n versos asomados\n\n en células errantes.\n\n \n\n Salgo del espejo,\n\n sonámbulo y remoto,\n\n en la conjura de príncipes\n\n de ciudades resbaladizas.\n\n \n\n Es una miel sombría,\n\n donde apoyo mi frente\n\n contra ventanales,\n\n entre el rojo y el oro,\n\n musgo que se multiplica\n\n después de la terca,\n\n esperada lluvia.\n\n \n\n En huecos\n\n donde la tarde se condensa,\n\n sonidos vagabundos\n\n cumplen ritos,\n\n gotas de claridad\n\n físicamente suspendida,\n\n belleza insalvable,\n\n al borde\n\n de la catástrofe,\n\n y la gloria.\n\n
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