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  • Ahora que el otoño deshoja el tafetán verde de las montañas, vuelve la moda impermeable en el valle de Arán. El retrato aterido de las cumbres anuncia la inminencia de la temporada de esquí, el calor de los hogares y la franela en las camas, el vaho detrás de los cristales, el aroma a buena matanza y su olla animal, las colas interminables ante las pistas innivadas de Baqueira-Beret. En Vielha, capital del valle, todo el mundo prepara su negocio con familiaridad y un depurado sentido de la hospitalidad pirenaica. Tal sucede en Eth Pomèr y en el resto de los hoteles de esta localidad aranesa al despuntar el alba blanca. Este de nombre tan frutal se encuentra muy cerca de la rotonda donde se bifurcan los caminos a Francia y al puerto de la Bonaigua. No tiene pérdida, pero a veces los automovilistas se enzarzan en dar vueltas y vueltas a la plaza hasta reparar en el indicador que sobresale de entre las fachadas. Es una construcción reciente de tres plantas, rústica como todas las que por ley se inician en el valle, con un porche pavimentado de pizarra y armado de madera y cristal, cuya calidez invita a entrar aunque el mercurio ya no sobrepase el cero. Ambientado con mobiliario añejo y unos pocos ornamentos de cuño posmoderno, el vestíbulo da paso a través de otra cristalera al habitáculo de recepción, abierto a un gran salón rectangular presidido -lamentablemente- por un televisor y un circuito de sofás confortables a pesar de lo endomingados que se antojan a la vista. Por ellos revolotean, en horas de vísperas, las familias y las pandas de amigos, los lectores y los facundos, quienes respiran en silencio y los que huelgan en escandalera, juntos y revueltos, esperando sin excepción los mimos que prodigan Prudencio Arjo y Dolors Pome y su personal de servicio. Guiños de coquetería Vista gorda al ascensor, revestido con sobrada estridencia, el territorio de las habitaciones -dos plantas arriba- favorece el recogimiento por sus numerosos guiños de coquetería serrana y su lograda calidez ambiental. Aquí sí que se han sabido aprovechar los mínimos espacios, amueblando lo justo sin cortar el hipo y resolviendo las estrecheces con ideas obtenidas seguramente de alguna revista. El televisor, por supuesto, cuelga de una repisa en la pared, a la altura de una canasta de baloncesto. Más simples aún parecen los cuartos de baño, atrincherados en la higiene del mármol repulido y escasamente obsequiados de cosméticos, una falta notoria cuando el huésped pretende doble ducha diaria. ¿Exceso en la montaña? Vana ilusión también a la hora del desayuno. El comedor ofrece un mostrador de autoservicio bastante completo, siempre repuesto y en su debido estado de conservación. Pero, salvo el yogur casero, elaborado por un artesano de la provincia, los alimentos se presentan escrupulosamente envasados y sin el menor gusto. De vuelta al dormitorio -los números pares dan a la calle, y los impares, a un patio interior oscuro-, uno cae en la cuenta de que el hotel se goza realmente en familia, saliendo a pasear por el valle o, cuando llegue el frío, esquiando. Vielha puede ser una estupenda base de partida.
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  • Diario El País S.L.
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  • ETH POMÈR, un sencillo hotel de Vielha, punto de partida para excursiones
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  • Para disfrutar en familia del valle de Arán
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