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No sé si entrevistarle en castellano o en catalán, tal es la frecuencia con que viaja a Barcelona.
Sí, paso una semana cada dos meses, y tengo un recuerdo especial de mi primer viaje hace tres años. Porque encontré una ciudad muy cosmopolita y porque me estrené en muchas cosas en sólo tres días.
Obviaremos el capítulo del sexo. Hábleme de su viaje.
Fui con dos actores que apenas conocía y pasamos tres días y, sobre todo, tres noches sin dormir, deambulando por la ciudad, con las ojeras hasta los pies. Del casco antiguo a la Barcelona que hicieron para los Juegos Olímpicos. Del paseo de Gracia al paseo marítimo, tan impresionante. Y me encantó el Maremágnum, y me sorprendió la disposición en cuadrícula de unas calles por las que es imposible perderse. Al segundo día dije: 'Quiero vivir aquí'.
He aquí un madrileño entregado a la causa de la ciudad ¿rival?
Pues sí, aunque hiera los sentimientos de los madrileños. A veces Madrid me parece más un pueblo grande, resulta más caótico, y no se respeta al motorista, cosa que en Barcelona no sucede. Además, Barcelona es muy europea. Encuentras extranjeros de todas las nacionalidades: japoneses, finlandeses..., se respira un aire de modernidad increíble.
¿Qué me dice de los otros tópicos que acompañan al catalán?
Que son injustos. No creo que sean tacaños, sino gente generosa y estupenda para trabajar. Es cierto que no se dan a conocer a la primera, como ocurre con el madrileño, pero una vez que hay confianza son tus amigos para toda la vida.
¿Se crece más en un viaje o en un rodaje?
En un rodaje tienes más responsabilidades, y en ese sentido se crece más. Pero yo suelo escaparme en tren a cualquier lugar y la experiencia del viaje solitario es intensa. Estamos acostumbrados a ir siempre con alguien, a escuchar el punto de vista de otro. Yendo solo te encuentras contigo mismo. Y puedes pasar la tarde metido en la habitación, dibujando o escribiendo.
Y comiendo... ¿pan con tomate?
Le parecerá absurdo, pero cada vez que voy a Barcelona me pongo ciego de salchichas.No sé si entrevistarle en castellano o en catalán, tal es la frecuencia con que viaja a Barcelona.
Sí, paso una semana cada dos meses, y tengo un recuerdo especial de mi primer viaje hace tres años. Porque encontré una ciudad muy cosmopolita y porque me estrené en muchas cosas en sólo tres días.
Obviaremos el capítulo del sexo. Hábleme de su viaje.
Fui con dos actores que apenas conocía y pasamos tres días y, sobre todo, tres noches sin dormir, deambulando por la ciudad, con las ojeras hasta los pies. Del casco antiguo a la Barcelona que hicieron para los Juegos Olímpicos. Del paseo de Gracia al paseo marítimo, tan impresionante. Y me encantó el Maremágnum, y me sorprendió la disposición en cuadrícula de unas calles por las que es imposible perderse. Al segundo día dije: 'Quiero vivir aquí'.
He aquí un madrileño entregado a la causa de la ciudad ¿rival?
Pues sí, aunque hiera los sentimientos de los madrileños. A veces Madrid me parece más un pueblo grande, resulta más caótico, y no se respeta al motorista, cosa que en Barcelona no sucede. Además, Barcelona es muy europea. Encuentras extranjeros de todas las nacionalidades: japoneses, finlandeses..., se respira un aire de modernidad increíble.
¿Qué me dice de los otros tópicos que acompañan al catalán?
Que son injustos. No creo que sean tacaños, sino gente generosa y estupenda para trabajar. Es cierto que no se dan a conocer a la primera, como ocurre con el madrileño, pero una vez que hay confianza son tus amigos para toda la vida.
¿Se crece más en un viaje o en un rodaje?
En un rodaje tienes más responsabilidades, y en ese sentido se crece más. Pero yo suelo escaparme en tren a cualquier lugar y la experiencia del viaje solitario es intensa. Estamos acostumbrados a ir siempre con alguien, a escuchar el punto de vista de otro. Yendo solo te encuentras contigo mismo. Y puedes pasar la tarde metido en la habitación, dibujando o escribiendo.
Y comiendo... ¿pan con tomate?
Le parecerá absurdo, pero cada vez que voy a Barcelona me pongo ciego de salchichas.
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