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  • Intentar imaginar dónde y cómo vivían el señor Jacinto, la señora Herminia y el resto de los antiguos habitantes de Fuerteventura ya no es tan difícil. Aunque se hayan perdido muchos oficios y las construcciones tradicionales prácticamente hayan desaparecido, un museo en Tefía -un pueblo de poco más de 200 habitantes en el interior de la isla- reconstruye la vida de los majoreros de antaño. Este ecomuseo no consiste en una sala de exposiciones al uso, sino en todo un poblado, levantado en un terreno dedicado antiguamente a la recogida de aguas pluviales: de ahí su particular nombre, La Alcogida. En él se han reconstruido las casas del señor Jacinto, la de la señora Herminia y las de otros habitantes del lugar hasta dar forma a un típico conjunto rural de la isla de Fuerteventura. A ellas se une un molino, una ermita y un disperso conjunto de corrales, eras, pajares y enarenados hortícolas que completan la exposición del acervo majorero. Una de las casas más completas es la del señor Teodosio, donde, además de la vivienda ambientada con el mobiliario y los enseres castizos, aparecen otras dependencias como la gañanía, destinada a resguardar a los animales de más valor, sobre todo vacas, camellos, burros y mulas. Por encima se encuentra el sobrado, donde, aislados de la humedad y los roedores, se almacenaban los productos agrícolas. Otro cuarto contiguo alberga la tahona, un rústico molino cuyas piedras eran movidas por la tracción de camellos o burros. En el patio interior se descubre un aljibe de gran tamaño abastecido por un sistema de caños, coladeras y canalizaciones, que aprovechan cada una de las gotas de lluvia que aciertan a caer sobre los tejados. Rescatadas del abandono y la ruina, todas las casas han sido rehabilitadas para que cumplan ahora su función como ecomuseo; lo mismo que los cercados de piedra. Pero La Alcogida también muestra algunas actividades artesanas en vías de extinción, desarrolladas actualmente por los alumnos de varios talleres. Así, se puede admirar el laborioso trabajo del calado, que consiste en cortar y bordar finos paños o el tejido de la hoja de palma. En el paisaje rural de la isla han jugado un importante papel los molinos de viento, que aprovechaban los alisios para moler el cereal. El molino tradicional, importado desde la Península, es el que aquí llaman molino macho. Pero hay otra versión: la molina, mucho más moderna, ideada por un natural de Santa Cruz de la Palma en el siglo XIX. Se compone de una torre de madera que sostiene las aspas, instalada sobre un habitáculo rectangular de piedra donde se ubican la tolva del grano, las canalejas y las piedras molineras. Ambos elementos son también visibles y visitables en las cercanías del museo. Por último, la muestra cuenta con un viejo santuario: la ermita de San Agustín, construida a principios del siglo XVIII con las aportaciones de los propios vecinos. El incremento de la población y una etapa de relativa prosperidad económica supuso en aquel entonces que algunos pueblos, como éste de Tefía, demandaran al Cabildo Catedralicio la edificación de su propio santuario. Aunque, a la vista de la modestia del templo, se adivina que los momentos prósperos del ámbito rural majorero nunca fueron de mucha abundancia.
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  • Diario El País S.L.
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  • Un grupo de casas de Tefía recrea las costumbres de Fuerteventura
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  • Un pueblo muy educativo
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