PropertyValue
opmopviajero:IPTCMediaType
  • text
opmopviajero:IPTCMimeType
  • text
opmo:account
opmo:content
  • El departamento de La Dordogne-Périgord concentra tal cantidad de poblaciones hermosas que no es de extrañar que, en el recuento, a los profesionales del turismo se les olvide alguna. Tras cada curva, en cada valle, mojándose los pies en los ríos que laten como arterias de superficie esponjando el paisaje, aparece una localidad encantadora. Muchas están amparadas bajo diferentes marcas de calidad concedidas por esos magos del marketing que son los franceses: que si 'Un des plus beaux villages de France' (uno de los más bellos pueblos de Francia), que si 'Cité d'Art'. Una de ellas, sin embargo, se lleva la palma: Périgueux, clasificada Cité d'Art et d'Histoire, la única en toda la vasta región de Aquitania. Pues aun así, la capital del Périgord no forma parte de los itinerarios convencionales, a pesar de situarse a unos 100 kilómetros de Burdeos por autopista, y a unos 400 de la frontera española. Cosa sorprendente, porque Périgueux es cautivadora, aunque el acceso a través de la ciudad nueva no lo deje entrever. Pese a la condición de capital rural que tanto reivindican sus habitantes -apenas 60.000-, tiene el suficiente empaque para albergar una universidad y una catedral, y ofrece una asombrosa densidad de restaurantes de calidad (gloriosa, la gastronomía por estos lares), tiendas de exquisiteces gatronómicas, talleres artesanales -lutiers, orfebres, ebanistas- y nada menos que 39 edificios considerados monumentos históricos. Y, por si fuera poco, se mira en las voluptuosas aguas zarcas del río Isles, que la atraviesan resaltando las picudas cubiertas medievales y renacentistas de tejas musgosas y las maternales cúpulas envueltas en escamas de la catedral. El que no sea blanco del turismo le da un marchamo de autenticidad muy agradable; de lugar poco relamido, que se cuida y que vive para sí mismo. Porque el calificativo de Ciudad de Arte y de Historia lo merecen las poblaciones densas en cultura, pero sin alma de cartón piedra. Ciudades que palpitan, que se reinventan continuamente a sí mismas y están en perpetua transformación. Ciudades que, como Périgueux, no se contentan con restaurar y lavarle la cara al casco viejo, sino que lo dotan de contenido y de vida a través de sus iniciativas culturales y urbanísticas. Entre ellas, la escrupulosa restauración de edificios, la recuperación de barrios habitables como el de Port de Graule, y el acierto de las intervenciones que miman los materiales de revestimiento y el mobiliario callejero. Calzadas y aceras de adoquines rubios, pero también plazas modestas de tierra batida, macetones de madera sin barnizar, manchas de vegetación sobria y otros detalles sencillos y de buen gusto. Setas y quesos La vida en Périgueux hay que buscarla en los locales y, sobre todo, en la calle. Baste, si no, acercarse cualquier miércoles o sábado por la mañana y dejarse embriagar por los punzantes aromas de los mercados de la plaza de la Catedral, del Ayuntamiento y de Cordec, ebrios de color y de otras cualidades sensoriales. Por estas fechas están diciendo 'cómeme' los boletos y todo tipo de setas, los suaves quesos de leche de vaca de la orden de Trapa, los patés en costra locales, el pastel de nueces y toda clase de tubérculos y hortalizas otoñales.Por lo demás, el color de la ciudad es el blanco, el de la piedra y la tierra calcárea del Périgord central. Dicen que la mejor del mundo para la preciada trufa Melanosporum. En sus calles se entrelazan con asombrosa homogeneidad muros de ladrillo visto y entramado de madera, con arcos de medio punto románicos; arcos ojivales góticos muy tempranos con virutas flamígeras; carnosidades renacentistas, con matacanes y sobrios sillares dieciochistas. Todo ello tallado en la misma piedra caliza, impoluta, e imbricado en la vida cotidiana de la forma más natural del mundo. Para atestiguarlo están sobre todo la multitud de placitas tranquilas en las que se congregan los parroquianos a intercambiar confidencias, o a las que asoman terrazas de restaurantes y bistrots divertidos, como sucede en La Vertu. Ya en época romana, Périgueux fue una importante plaza. Se llamaba Vesunna, en honor a una divinidad gala, y de ella se conserva el torreón de Vesona y diversos vestigios y objetos fruto de las recientes excavaciones, que pronto serán expuestos en un museo diseñado por el arquitecto Jean Nouvel, que vendrá a completar el interesante museo de Périgord. Por lo demás, tiene la población un entramado urbano típicamente medieval, es decir, denso e irregular, de calles en recodo, pasadizos y escaleras empinadas. Sólo le falta una condición: la de recinto amurallado. De sus antiguas murallas, hoy sólo permanece la torre de Mataguerra, que le da la bienvenida al paseante y lo introduce en el casco antiguo y el barrio homónimo. Es en esta zona donde se encuentran algunos de los más notables ejemplos del románico civil, como la casa de Dames de la Foy, en la calle de Farges, y otra fachada de la calle de Saint Roch, con unos preciosos arcos en talla de diamante. Por aquí se encuentran también las calles del Abrevadero, de los Tintoreros, de la Alberguería..., nombres que evocan una intensa actividad medieval, hoy recuperada y puesta al día, claro está. No muy lejos sobresale la catedral de Puy Saint Front, fundada sobre un templo merovingio y carolingio, del que permanece una capilla, colmo de la belleza al desnudo. Considerada patrimonio mundial de la Unesco, fue un hito importante en el Camino francés de Santiago. Su estilo bizantino defensivo rememora los tiempos de Saladino, y es un perfecto ejemplo del maridaje estético entre Oriente y Occidente. Sin embargo, su grave interior, exento de toda floritura ornamental, recuerda más bien a una construcción de hormigón años cincuenta. Muestra, eso sí, un púlpito sostenido por un Hércules musculoso y un retablo barroco con figuras de busto entero que quitan el hipo, mientras que el claustro es un sosegado espacio adormilado por el arrullo de las palomas, en el que despuntan algunos cipreses que acentúan la espiritualidad vertical del recinto sagrado. Y luego está toda esa arquitectura renacentista propia de la época de François I -siempre con un aire belicista y defensivo-, algunos de cuyos más bellos ejemplos asoman al río desde el puente de Barris y se prodigan en el barrio de Limogeanne, negándose a envejecer.
sioc:created_at
  • 20011110
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
opmopviajero:longit
  • 1323
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 8
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20011110elpviavje_7/Tes (xsd:anyURI)
dcterms:rightsHolder
  • Diario El País S.L.
opmopviajero:subtitle
  • La capital de La Dordogne, un gran destino gastronómico
sioc:title
  • Esencias francesas en Périgueux
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all