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  • Habrá conseguido la basílica de San Francisco el Grande, el más bello templo neoclásico de Madrid, romper el maleficio que parecía perseguirle prácticamente desde la colocación de su primera piedra allá en tiempos de Carlos III? Los desdichados avatares que rodean la construcción de este templo, su turbulenta existencia repleta de episodios trágicos y sainetescos y su inacabable decadencia cubren más de dos siglos de historia de la capital de España. Recordemos algunos episodios: 23 años tardó en ser construida; casi otros tantos en los que fue abandonada después de que sus frailes fuesen acusados de envenenar las fuentes de Madrid en 1835; antes, José Bonaparte la quiso como sede de las Cortes, y en 1869 fue solemnemente declarada Panteón Nacional de Hombres Ilustres. Por cierto que ninguna de estas dos altísimas funciones llegaron a cumplirse. Sin embargo, ni esos ni otros muchos avatares que pueblan su larga y azarosa vida, incluidos los múltiples proyectos, arquitectos y artistas que participan en su construcción y ornamentación, restan un ápice a la suntuosa armonía de un conjunto que irradia belleza y majestuosidad, ahora al fin visibles después de ¡27 años! de continuas obras cuyos enormes andamios impidieron durante las tres últimas décadas su contemplación. Y que ocasionaron sucesivas oleadas de olvidos y abandonos. ¿Tuvo algo que ver en ello que el franquismo utilizara San Francisco el Grande como sede de algunos de sus fastos litúrgicos y conmemorativos? Puede parecer broma, pero se diría que la democracia apostó por el pastiche de la Almudena, prácticamente al lado de San Francisco, dejando sumido en el olvido uno de los mejores museos del arte del siglo XVIII de España. Capillas sin restaurar Desaparecida la selva de andamios que impedían contemplar la gran cúpula de 33 metros y su insólita nave circular, rodeada de seis capillas también con cúpulas, San Francisco el Grande luce, casi, todo su esplendor. El casi es debido a que faltan por restaurar algunas de las pinturas de las capillas, muy deterioradas. Tampoco se ha procedido a iluminarlas, fundamental empresa que al parecer se emprenderá en breve. Ni a ordenar o al menos iluminar adecuadamente la pinacoteca, que guarda, entre otras joyas, obras de Zurbarán y de Alonso Cano, así como, en una capilla lateral, un retablo pintado por Goya en el que se dice que el artista se autorretrató. Pero, en fin, por algo se empieza. Sin andamios, la basílica de San Francisco el Grande comienza a hacer honor a su nombre. Y merece ser redescubierta.
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  • 33 metros de diámetro y una cumbre del neoclásico en Madrid
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  • Una cúpula para perder el sentido
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