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  • Madrid estrena estos días un nuevo concepto de hotel. A imagen de lo visto últimamente en Nueva York, el hotel Campomanes representa el triunfo del chic but cheap (chic pero barato) en el corazón monumental de la villa y corte, a 50 metros del Palacio Real y la plaza de Oriente. Un loft de paso donde el diseño prevalece sobre otras consideraciones. Una fórmula ensayada ya en la década anterior por el empresario Ian Schrager y el diseñador Philippe Starck (pioneros de estos establecimientos denominados boutique), reinventada ahora por ese otro dúo de emprendedores nacionales que forman Gorka Atorrasagasti y Carlos Marrero gracias a lo aprendido en sus viajes alrededor del mundo. Ángel Verdú, artífice de la decoración interior, se ha amoldado a las prescripciones vanguardistas logrando un feliz compromiso entre el genio excéntrico de Starck y un cierto estilo Ikea. La fachada del inmueble es un exordio de las sutilezas arquitectónicas de finales del siglo XIX, común a todas las edificaciones surgidas entonces en la zona. En contraste, la entrada es una muestra de interiorismo con figuras geométricas y luces indirectas de efectos ilusorios. Suelos y escaleras de mármol negro, focos halógenos, espejos, perfiles cromados, objetos de metacrilato, mesitas de plástico..., el código de un tipo de diseño moderno. Materiales nada rebuscados, mobiliario de usar y tirar, pulcritud formal en las paredes -poco miradas con los acabados-, música chill out de fondo a todas horas... Recreación de una hostelería urbana a la última, sencilla y económica, sin apenas instalaciones ni servicios. La recepción sólo parece existir para dar trámite a las llegadas y activar las llaves de acceso a la clientela. Trajeado de riguroso negro, en plan CQC, se reserva para otros menesteres más formales que el de destacar la inexistencia de un garaje propio en el hotel e informar de las dificultades para encontrar aparcamiento en la zona, especialmente en las horas punta de la movida nocturna. La planta baja se resume en el mostrador de recepción, en una salita de espera que hay a la izquierda y en el comedor de desayunos resuelto al fondo, ambientados a imitación de un loft neoyorquino. Los pasillos se ven flanqueados por dormitorios con su numeración pintada a gran tamaño en las puertas, provocación grafitera al uso en los templos de la modernidad. Detrás de tales iconos se encierran a pasar la noche los adictos a los nuevos hoteles boutique, huéspedes de unas habitaciones tan exiguas que apenas caben en ellas la cama y una mesita de acompañamiento, con el televisor colgado en la pared. Igual que los cuartos de baño, escaqueados en blanco y gris, con el hueco justo. El agua de la ducha puede tardar más de cinco minutos en alcanzar la temperatura adecuada. Inconvenientes aparte, el hotel más tecno de la actualidad madrileña inaugura un segmento atractivo para quienes buscan sobre todo establecimientos céntricos, con aires vanguardistas y de precios aquilatados.
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  • Diario El País S.L.
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  • HH CAMPOMANES, aires de diseño contemporáneo a un precio razonable
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  • Un intento de hotel 'boutique' en Madrid
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