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  • Alfonso V de León, el rey que inauguró el primer milenio ante las agujas de la catedral, o pulchra leonina, es recordado sobre todo por haber puesto a disposición de sus súbditos un fuero municipal de gran calado histórico. En su memoria, el antiguo hotel Oliden lleva hoy su nombre. Abierto desde 1928, y contemporáneo del Gran Hotel de Salamanca, ocupa una de las aristas radiales que conforman la plaza de Santo Domingo, antesala del viejo León, a pocas manzanas de la catedral. Es un clásico de toda la vida, en cuyo interior se ha intervenido hasta lograr ese viso vanguardista común a las remodelaciones hoteleras de diseño, indicado para quienes no soportan la carga monumental del cercano parador de San Marcos. Por no sustraerlo al encanto de lo decadente, el restaurador se ha propuesto una conciliación estética entre lo actual y lo pretérito, el artificio y la naturalidad de las formas, respetando las líneas esenciales de la fachada y consintiendo de puertas adentro el lenguaje experimental de lo cúbico, modular, hipermoderno. En clave decorativa años noventa, algo pasada de moda si se observa el panorama actual de los hoteles boutique más cosmopolitas. Mariano Sáenz de Miera, arquitecto, y Jaime Quindós, interiorista, han sido los verdaderos artífices del proyecto. Por su cabeza desfilaron desde un principio las imágenes, las formas, los colores y los materiales que tratan de asombrar a los apóstoles de la estética rigurosa. Sobran motivos para la auscultación de los detalles. Espejos, cabeceros, armarios, lámparas, sillones, pasamanería metálica y, por supuesto, las llaves. Metal y madera, cobalto y rojo, azul pastel... Todo establece una relación entre sí. Todo guarda una intención, en ocasiones funcional, casi siempre efectista. Espacios, ángulos y objetos diseñados con pretensión de relax y atrevimiento, aun en detrimento de los acabados y la calidad del entramado decorativo. Pues, dicen sus autores, el mobiliario es esencial, pero no imprescindible. Se puede ir sustituyendo. La pregunta surge nada más entrar: ¿se actualiza realmente el equipamiento del hotel? A juzgar por las señales de desgaste, alguien podría pretender mayores cuidados sobre el mobiliario o la lencería de cama. Las habitaciones resultan pequeñas, incómodas para trabajar, aunque luminosas y convenientemente insonorizadas. Hacen gala, como el resto del edificio, de una ornamentación manierista que no deja espacio para abrir las maletas, pero excita la imaginación y recrea la vista. El bar y el comedor, presididos por un óleo de Vela Zanetti, se sitúan en la primera planta, un poco a trasmano, lo cual delata la falta de integración existente en las zonas comunes. Si el interés por la estancia alcanza a todo el escenario arquitectónico, entonces hay que convenir en que éste es un hotel de moda probablemente tan efímero como todas las modas. Espejo periférico de la modernidad, el hotel Alfonso V hace valer su principal atractivo en la perspectiva que ofrece el vestíbulo central. Un atrio constituido por ocho plantas de barandas en estrella fractal rematadas por una cúpula traslúcida de metacrilato. Para quedarse embobado al mirar hacia arriba.
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  • Diario El País S.L.
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  • HOTEL ALFONSO V, rediseño de un clásico de la hostelería leonesa
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  • A la moda, pero efímero
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