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  • Subrayado por una ristra de banderas, entre las fachadas eclécticas que delimitan la Carrera del Genil, a un paso del corazón administrativo y trajinero de Granada, el hotel despierta la curiosidad viandante gracias a la sonoridad castiza y evocadora de su nombre. Pues ahí termina cualquier simetría que cupiera interpretar de su relación con el popular barrio-mirador de la Alhambra, salvo los ditirambos de su ambientación interior, resuelta tras un agudo ejercicio de marketing por la antigua cadena Tryp, actualmente propiedad del grupo hotelero Sol-Meliá. Arabescos, mosaicos de azulejos, labores de marquetería, relieves de estuco, arcos de ladrillo, fuentes y canalillos... Todo pretende no se sabe si remedar o sólo exaltar el pasado nazarí de la ciudad. Todo destila una inspiración ciega en los jardines del Generalife y en los cármenes del Al-bayzín. Umbral acristalado La controversia sobre su arquitectura está servida. Al traspasar el umbral acristalado del vestíbulo se siente esa atmósfera sensual y atrabiliaria de lo andalusí. Por momentos, caldo de un soberano pastiche. Casi siempre, menester de orfebres. Filigranas herederas de los mismos artesanos que labran el estuco y modelan el cobre en las mezquitas y los zocos de Marruecos o Túnez. Sólo una contemplación pausada y libre de prejuicios puede ayudar a discernir entre la plata y la alpaca. Al frescor del agua, con la ayuda natural de la vegetación y el chorrito que nutre la alberca interior. Disquisiciones estéticas aparte, ninguna dilación o dejación se observa en el servicio, que es lo principal en un hotel urbano. La recepción funciona con una eficacia y discreción impecables. Si se solicita con antelación, la oferta del establecimiento alcanza a guarecer el coche particular en el garaje, a la vuelta de la esquina, y a gozar de la sauna finlandesa instalada en sus sótanos, muy requerida a última hora del día por la clientela ejecutiva. Confort Los dormitorios del Tryp Albayzín acreditan mejor confort que gusto, más amplitud que armonía y elegancia en su tratamiento decorativo. Empezando por lo primero que restalla a la vista: un mosaico de espejos irisados capaz de suscitar las más horribles pesadillas en la cabecera de las camas. Como contrapunto a esta exhibición de psicodelia años sesenta, el mobiliario metálico juega con la transvanguardia representada en la década posterior, condenadas a otra época muy anterior la lencería y las molduras de los techos. Sillas, mesitas y aparadores tintados de verde fosforito, detrás de los cuales se esconden los diversos electrodomésticos, símbolos de un presente que aún reniega de la conectividad inmediata a Internet y de poder enchufar el cargador del teléfono móvil sin andar gateando por los suelos. Mejores perspectivas ofrecen, al menos, las estancias reservadas en las plantas superiores. Los tejados de Granada se arraciman a los pies, desde el Albaicín al Sacromonte, por las vegas del Genil y el Darro, hasta los jardines mismos de la Alhambra. Más cerca, el carillón aflamencado de Nuestra Señora de las Angustias acompaña el despertar temprano de la ciudad.
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  • Diario El País S.L.
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  • TRYP ALBAYZÍN, destellos forzados de arte nazarí en un hotel urbano para viajeros sin prejuicios
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  • Granada, entre dos aguas
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