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  • A escasos kilómetros de la Puerta del Sol se encuentra un espacio natural tan interesante como sorprendente por su proximidad a la encrucijada de asfalto madrileño. Se trata del parque regional del Sureste de la Comunidad de Madrid, un territorio protegido bajo la figura de espacio natural desde 1994. Los 300 kilómetros cuadrados de superficie de este espacio se extienden a lo largo de 40 kilómetros del río Jarama y su perímetro incluye distintas porciones de 16 términos municipales. El conjunto es un amplio y castigado territorio de perfil irregular, que alberga ecosistemas tan distintos como las estepas cerealistas, reductos del bosque mediterráneo, notables manchas de coníferas de repoblación, ríos, lagunas permanentes y estacionales, sotos, y el más singular y sorprendente de todos, los cantiles de yeso, unas peculiares formaciones minerales cuya espectacularidad contrasta con su fragilidad. El río Jarama es la arteria vital del parque, y aunque sus aguas padecen la espuela del urbanismo y la industrialización, todavía riegan la rica vega, con tradición agrícola. Su caudal discurre flanqueado por extensos sotos de álamos blancos y viejas olmedas que han sobrevivido a la nefasta grafiosis (enfermedad que ha diezmado a esta especie arbórea). Este otro circuito del Jarama es menos popular que el automovilístico, pero conserva una riqueza natural sorprendente. Por su trazado circulan numerosas vidas a distintas velocidades: las vidas de aves sedentarias, emigrantes e inmigrantes que siempre llamaron la atención de los ornitólogos y naturalistas de la cercana capital. En el corazón del parque se encuentra el centro de interpretación de El Campillo. Una parte de la estructura de este original palafito de hormigón penetra en la laguna del mismo nombre y facilita el acceso de los visitantes hasta las aguas. En el interior de las instalaciones se encuentran exposiciones, proyecciones audiovisuales, reconstrucciones paleontológicas y escenificación de los procesos geológicos de la zona. Visitas guiadas Los monitores informan al visitante sobre las principales características del parque mediante visitas guiadas. Las amplias cristaleras que hacen de pared de fondo de los túneles facilitan la cómoda observación de las aves silvestres más comunes del lugar: pato cuchara, ánade real, porrones común y moñudo, somormujos, cormoranes... Con un poco de suerte, se avistan especies singulares como el avetorillo, la garza imperial, el martín pescador, el calamón e incluso el águila pescadora, el avetoro y algún cisne despistado. Entre la vegetación palustre de la charca se esconden animales como las pollas de agua, fochas, carriceros, ruiseñores y galápagos; por los sotos del río transitan pájaros tan exóticos como las abubillas, oropéndolas, pájaros moscones y otras especies cuya presencia furtiva suele pasar inadvertida, como el ruiseñor bastardo y el chotacabras pardo. Durante el paseo no es difícil escuchar las agudas llamadas de los abejarucos, el canto de las ranas y el áspero reclamo de la urraca.En los paredones yesíferos que flanquean la ribera norte de la laguna se descubren al impávido mochuelo, y se escuchan los reclamos enlutados de grajillas y chovas piquirrojas, unos córvidos que charlan sin cesar. Se observa el planeo de los milanos negros y, con suerte, la silueta en vuelo del rey del cielo, el halcón común. Entre las especies vegetales se apuntan orquídeas, tomillos, resedas, efedras, higueras silvestres, cañaheja, y el esparto o atocha, la planta que le dio el nombre a la estación ferroviaria madrileña. Los yesos son un mundo vertical con identidad propia. En estos cantiles repletos de cavidades, huecos, repisas y cortados se reproducen insectos únicos, como el coleóptero Plagionotus marcorum, cuya vida depende de una especie concreta de malva; el majestuoso búho real, el halcón peregrino, el esquivo roquero solitario, las chovas piquirrojas, la escasa collalba negra y no hace mucho lo hizo el alimoche. Fauna esteparia En otras zonas del parque se extienden las llanuras cerealistas, con la presencia de representantes de la fauna esteparia como la gigantesca avutarda, el escaso sisón, el alcaraván, el aguilucho cenizo o la esquiva ortega. Extensos pinares esconden rapaces como el alcotán, el azor y el gavilán. Algunas manchas de monte, en las que abundan plantas de la vegetación mediterránea como la coscoja y la encina, y animales como el lirón careto y el mito, un pequeño pajarillo de larga cola. La riqueza natural de la zona todavía es notable, sobre todo si consideramos la enorme presión urbanística que soporta. Sin embargo, la situación actual es tan sólo un pálido reflejo de lo que fue su pasado remoto. Numerosos yacimientos arqueológicos y paleontológicos muestran cuál fue la fauna prehistórica de la zona: elefantes, jirafas, rinocerontes, tigres de dientes de sable, hienas, cebras... El Campillo exhibe una reproducción a tamaño natural de una hembra de paquidermo con su cría que preside la entrada al centro de interpretación. Su realismo estimula la imaginación y nos traslada a otro tiempo en el que los madrileños vestían pieles y luchaban por sobrevivir en un paisaje hostil hoy domesticado.
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  • La línea 9 lleva al parque madrileño del Sureste
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  • A la naturaleza, en metro
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