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  • Después de sopesar todos los condicionantes y redefinir sus propios objetivos, el cocinero Ferran Adrià y su grupo de socios se han decidido a desvelar sus ambiciosos proyectos en el mundo de la hostelería. Si ninguna circunstancia altera sus planes, en un futuro próximo, El Bulli, nombre del hiperfamoso restaurante de Roses (Girona), servirá de marca para un grupo de hoteles emplazados en lugares únicos en el mundo, quizá en Tailandia o, tal vez, en el desierto de Marruecos. Cada uno diferente del resto y todos con atractivos escogidos. Ése es el nuevo reto de este gran profesional que, como punto de arranque, ha convertido el hotel Hacienda Benazuza, construcción agrícola árabe del siglo X, en un espectacular enclave gastronómico que refuerza las prestaciones del establecimiento, también regentado por el equipo de Adrià. Oasis de seducción para sibaritas, cuya belleza ambiental multiplica los placeres que brinda: desayunos de ensueño; bar de tapas andaluzas, deliciosas; almuerzos desenfadados junto a la piscina, y cenas trepidantes en La Alquería, su restaurante más serio. Rincón mágico que pretende no conformarse con captar clientes europeos. ¿Logrará Adrià, en poco tiempo, que la Hacienda Benazuza figure en la agenda secreta de viajeros exquisitos de Asia y Norteamérica, por ejemplo? Dos personajes irrepetibles hacen posible la aventura sevillana. Pepe García, coordinador, que derrocha sensibilidad y buenos modales, y Rafael Morales, jefe de cocina, que resuelve con brillantez las recetas del maestro. Resulta vano intentar buscar aquí novedades creativas. Sus platos son un trasunto de lo ya servido en El Bulli desde los años 1998 a 2001. Alta cocina mediterránea, vanguardista y rigurosamente dietética, realizada con una perfección poco frecuente. De hecho, su menú degustación, única alternativa para cenar en La Alquería, es un festín refinadísimo donde se dan la mano sensaciones y sabores variopintos. Con los aperitivos -galleta de parmesano, pistachos en tempura, piruletas de alcachofas, huevas de trucha caramelizadas, pescadito frito falso-, el paladar se divierte. Y con las tapas -parrillada (falsa) de verduras, tagliateles simulados al caviar, cuscús de coliflor, sorbete de arroz con leche-, las sorpresas se suceden. Quedan para el final minirraciones de más enjundia, desde las migas con trufas hasta los salmonetes con ravioles de remolacha, antesala de postres como las crepes de piña al jugo de carne, la sopa de naranja con ravioles de mango o la declinación de chocolates. Refinamiento, juego de seducción y alta cocina a precio moderado para lo que el menú representa.
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  • Diario El País S.L.
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  • LA ALQUERÍA, recetas de Ferran Adrià en Sanlúcar la Mayor
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  • Hacienda sevillana de los placeres
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