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  • Continúa la diáspora de madrileños obnubilados por la paz del campo. Mercedes Pascual Andrés y su marido, Stjephan Valogh Moreira, pusieron rumbo al norte cuando ya no podían aguantar un minuto más las prisas ni los malos humos de la ciudad. Atraídos por el señuelo en auge del turismo rural, adquirieron a los pies del monte Mondigo, en la vertiente lucense del Eo, una casona de piedra levantada en 1907 por un gallego que había hecho fortuna en Cuba. El resultado, una vez terminadas las reformas pertinentes, salta a la vista. Fachada de mampostería ajustada con mortero claro, aleros de pizarra alineados a escuadra, agujas esquineras en granito, ventanucos tradicionales al abrigo del orvallo y los vientos atlánticos... Alrededor de la casa y su hórreo se extiende un prado de más de 4.000 metros cuadrados, aperitivo de los grandes bosques de pinos y eucaliptos que alfombran esta zona del concello de Ribadeo. Todo ello se paladea mejor en días soleados, cuando el alma de Galicia se libera de sus bruxas y su santa compaña. Suficientes penumbras encierra ya la casa en sus paredones de piedra vista, incluso en algunas de sus habitaciones, pintadas de rojo sanguíneo o azul oscuro. Bajo el tamiz de una cuidada iluminación, abiertas las puertas de par en par, tres salones contiguos de sofá y chimenea -el último, comedor de desayunos- se distribuyen los espacios a ras de calle. Los tres muy hogareños, fragantes de gavilla y castaño, decorados con la rusticidad que plantea el marketing turístico rural. En la planta superior hallan acomodo siete de los ocho dormitorios, en clave igualmente silvestre, austeros hasta el aburrimiento. Sin un sillón donde recostarse, las horas se dilatan entre los almohadones de las camas o ante el espejo del cuarto de baño, único espacio a salvo de tanto rigor pastoral. Las vistas desde cualquier ángulo de la habitación privilegian al huésped con un sedante paisajístico insustituible en el recetario médico contra el estrés. Opción contemplativa que refuerza la ofrecida por el salón biblioteca adyacente, dotado con dos telescopios para la observación estelar nocturna. Otros alicientes no desdeñables son el pajar y la antigua lareira de la casa, avanzadillas del comedor que Mercedes Pascual Andrés promete para los meses venideros, cuando ya no sea una obligación tomar carretera y manta en busca de un lugar a resguardo de la lluvia donde cenar.
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  • Diario El País S.L.
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  • CASA DOÑANO, una austera opción de turismo rural próxima a Ribadeo
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  • Sedante paisaje entre los bosques gallegos
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