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  • Cuando el próximo 12 de julio arranque sobre el escenario flotante de Lanuza la XI edición del Festival Internacional de las Culturas, Pirineos Sur, Manolo Imaz y Elena Claver habrán adelantado su agosto. Como el resto de los establecimientos hoteleros que promueven los encantos del valle de Tena, en el Pirineo oscense, su pequeño Bocalé prolonga los llenos de la temporada de esquí gracias a este acontecimiento étnico-musical, que atrae por igual a los forofos de Alpha Blondy y a los incondicionales del barranquismo. Todos aunados por la magia de la montaña y la hospitalidad aragonesa. El hotel, de nuevo cuño, retrata fielmente el alma de piedra y madera de las casas tradicionales pirenaicas, rematada por una vistosa cubierta de pizarra y una simpática planta de habitaciones abuhardilladas. Tras rodear el edificio por un soportal indemne a las inclemencias del invierno, aparece un salón con grandes ventanales arcados y mostrador de recepción corrido, frente al cual recibe el matrimonio propietario, convencido de que, en su incipiente negocio, más vale la humildad y el calor del agasajo que la eficiencia en los detalles. Manolo Imaz ayuda como puede a transportar las maletas del recién llegado hasta el ascensor, decorado con motivos rústicos. La madera, los adornos florales y ciertas antigüedades condicionan el ambiente en toda la casa, salvo en la espectacular zona de baños habilitada en los sótanos, sin igual en toda la cordillera pirenaica. Piscina climatizada, baño de vapor con cromoterapia y terma de manantial procedente del deshielo... Unas instalaciones al estilo de los balnearios romanos, con piedra y ladrillo vistos, con arcos y columnas simétricamente alineadas. Los dormitorios, siete por planta y todos exteriores, con vistas a las montañas, exhiben una austeridad propia de la reciedumbre pirenaica, sin mayores concesiones a la luz que las filtradas por los ventanucos, el colorido de los edredones y las pinceladas dadas por una artesana del valle sobre los cabeceros de las camas. Los artesonados de madera, las mesillas de madera blanqueada y demás adornos configuran lo obvio en un hotel de esta sintaxis: toques rústicos de libro en cualquier establecimiento de montaña. Pero ahí no queda resumida la cosa. El matrimonio Imaz ha invertido un plus en dotar a todas las habitaciones de calefacción por suelo radiante, así como de ducha-masaje en ciertos cuartos de baño. Sus intenciones de agradar alcanzan también a los desayunos, redondos en su sabor y abundancia, pese al comedor algo afectado en que se sirven desde muy temprano por la mañana.
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  • HOTEL BOCALÉ, piedra y pizarra en Sallent de Gállego
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  • Tradición pirenaica
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