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  • Guggenheim aparte, la sensación de estos días en Bilbao es el recién inaugurado Gran Hotel Domine, obra del diseñador global -como a él mismo le gusta llamarse- Javier Mariscal. El creador de Coby ya había hecho sus pinitos en este terreno desarrollando el grafismo hotelero de la Barcelona olímpica, en el que su mascota aparecía con el uniforme de un simpático mozo de equipajes. Ahora, la oportunidad de vestir personas, ambientes y habitaciones le ha llegado por encargo de la cadena Silken, que estrena además con éste su primer hotel de cinco estrellas en España. La intención gráfica se percibe desde cualquier punto de vista a un lado y otro de la ría. El proyecto del arquitecto Iñaki Aurreroetxea participa con Mariscal de una idea: reverenciar desde un segundo plano la abstracción en titanio del arquitecto Frank O. Gehry. La piel metálica del Guggenheim se refleja en los grandes espejos inclinados que, como escamas vidriosas en negro, cubren la fachada del establecimiento. Detrás de ellos se esconden las mejores habitaciones, privilegiadas con unas vistas únicas del museo y la ría. Un asiento de rojo rabioso En el interior, Mariscal ha provocado un inimaginable flirt entre la rotulación y la ebanistería, la música de las formas y la norma que regula la distribución de los espacios. Pulsión creativa rigurosa, sin concesiones a la extravagancia, pero tampoco exenta de ciertos apuntes divertidos, como los sillones cosidos a remiendos, la columna-escultura de cantos rodados prisioneros de una alambrada tubular en el centro del atrio, o esa chaise longue vestibular, en rabioso color carmesí (¿un homenaje quizá al diseñador Philippe Starck y su sillón morcilla del hotel St. Martin's Lane, en Londres?). El catalán no se ha dejado seducir, como otros decoradores, por el efectismo visual superlativo y endiosado, sino por la solidez estética de los buenos materiales, las texturas convincentes, las propuestas tecnológicas más funcionales y la sobriedad de quien crea estilo y no necesita demostrar que es arte. Las lámparas llevan su firma en el bulbo de plástico que les sirve de caperuza. Los muebles, en madera de haya y nogal, subrayan la calidez de las habitaciones y se significan sobre todo por su buen acabado. Útil y actual, la mesa de trabajo corre de una pared a otra sobre un tablero de madera metalizada. Los cabeceros asocian el corte geométrico del minimalismo, en dos tonalidades, y la clase del cuero fino. Un muro de cristal separa la alcoba de los cuartos de baño, cuya exposición a la picardía es graduada mediante un velux que se activa con un simple dispositivo magnético. En su interior bri-llan todavía nuevos y originales los sanitarios, así como unas cajitas transparentes ocupadas por un puzzle de fragancias y cremas cosméticas.
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  • DOMINE, un espacio sobrio que la cadena Silken estrena en Bilbao
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  • El imaginativo primer hotel de Mariscal
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