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  • Si el verano en Mazarrón no resulta todo lo tranquilo que cabría esperar, las nuevas urbanizaciones surgidas a ambos lados de la carretera a La Azohía pueden ser una opción a considerar por quienes reclaman unas vacaciones distintas al borde del mar. Al no haber playa, la zona resiste por ahora cualquier atisbo de aglomeración turística, además de que, por su holgura litoral y calidad de servicios, el parque hotelero murciano merecería aquí una estrella de más en apreciación del veraneante habitual. El buque insignia de este cambio lleva el nombre propio del lugar, L'Azohía, con sus 113 habitaciones distribuidas en tres plantas, la mayoría de ellas con terrazas orientadas al azul mediterráneo. Moderno por fuera y audaz por añadidura de puertas adentro, en línea con el precepto tu-rístico de deslumbrar a los huéspedes y atiborrarlos de artificios visuales. Una licencia como otra cualquiera de obtener alguna ventaja sobre los hoteles convencionales. El edificio gira en torno a un atrio-glorieta cubierto por una bóveda translúcida y aliviado del cemento por una orla geométrica de plantas colgantes. Un par de ascensores panorámicos reco-rren, desacompasados, la modesta distancia que separa los tres niveles, justificables en función del pretendido y nunca disimulado efectismo arquitectónico. Más que un lugar de encuentro, la rotonda invita al tránsito fugaz, a mirar y no quedarse parado, en parte por la frialdad que impone su suelo de mármol pulido o quizá por el ambiente desabrido de sus corredores y rellanos. Unos racionan las habitaciones, otros miran al jardín y las tres piscinas (dos de agua dulce, para niños y adultos, y una tercera de agua salada, climatizada). Ahí, al puro verde, reside todo el encanto del verano en familia, chapoteando con los niños en el agua, dormitando sobre la hamaca una siesta de jornada completa o leyendo un libro en caso de tener el ánimo dispuesto para el ejercicio intelectual. Desde luego, mucho más lúdico que habitar los dormitorios, vulgares en su decoración y algo cortos en equipamiento. Los papás, por ejemplo, echarán de menos esas puertas medianeras que facilitan la comunicación con los hijos. Un mérito a subrayar es la extrema limpieza observada debajo de las camas y en la repisa del cuarto de baño, gracias en buena medida al escaso aporte de sal que provoca el alejamiento del hotel de la primera línea de mar. Lástima que el servicio de restaurante no se emplee para adaptarse a la flexibilidad vacacional y mantenga un horario tan estricto como el de hacer caja a medianoche y no expender a partir de ese momento ni un helado.
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  • Diario El País S.L.
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  • PARTNER L'AZOHÍA, un hotel con vistas al mar en las cercanías de Mazarrón
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  • Tres piscinas para la diversión familiar
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