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Tonos amarillos y azules pastel, ventanales, mobiliario en madera y forja, plantas tropicales... Son algunos de los elementos que ambientan esta casa colonial distribuida en dos plantas. Alrededor de un viejo patio, que recuerda el estilo rural de la Cuba del siglo XIX, se distribuyen las mesas del comedor, animado por un grupo musical de jueves a sábado, que es cuando más concurrido está el local. Lástima que los televisores rompan su lograda estética. Subiendo las escaleras aguarda un pequeño escenario para actuaciones en vivo al son de la salsa caribeña, y una barra en la que se preparan cócteles como los extraordinarios mojitos y daiquiris (5,41 euros), pero también margaritas.
La oferta culinaria se centra en la cocina isleña, pero combina recetas sencillas con toques imaginativos, y añade productos europeos. Una buena opción es compartir un entrante y elegir un segundo entre los platos característicos, pues son los más recomendables. Para empezar, una fritura de viandas como la yuca, la malanga, el boniato o los plátanos machos (7,71 euros); una ensalada de palmito, papaya y zanahoria (10,94 euros); croquetas de yuca con salsa de queso, o buñuelitos de malanga con camarón (7,07).La ropa vieja (tiras de carne cocida en salsa) con plátanos fritos (11,90 euros) resulta tan saciante como excelente. No podía faltar el arroz a la cubana, bien cocido, con plátano frito, huevos y tomate natural (8,36). El ceviche de atún fresco (14,15) o merluza (14,79) aderezado con cilantro es una buena versión caldosa de esta ensalada fría. El pollo picantón (10,29) no está mal. Hay que tener presentes las guarniciones de yuca con mojo (2,89 euros), los arroces congrí (cocido con frijoles negros, 2,57) o blanco (2,25).
Y un capricho final sin reparos: los crepes de dulce de leche (4,50 euros) o el pastel borracho con helado de vainilla (4,50 euros). Hay un interesante menú diario a 11,26 euros.
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