PropertyValue
opmopviajero:IPTCMediaType
  • text
opmopviajero:IPTCMimeType
  • text
opmo:account
opmo:content
  • El fragor de la rodadura asfáltica se percibe, según la dirección del viento, a espasmos. Y qué, si el hotel duerme en el limbo vegetal de la sierra del Montseny, un parque natural a 55 kilómetros de Barcelona que exalta el espíritu de los senderistas bajo su espesura de hayas, robles y abetos. Originaria del siglo XIV, con elementos muy notables de los siglos XVII y XVIII, la masía que lo alberga se va intuyendo a lo lejos por el color albero y naranja de su fachada, rematada con sillares de piedra esquineras y toda rodeada de césped, al cabo de un camino pedregoso que arranca en la carretera comarcal de Sant Celoni hasta Hostalric, en el umbral ribamontano de la tranquilidad. Manel y Montse Guinovart, antiguos profesionales de las artes gráficas, alumbraron el proyecto con una visible inexperiencia hostelera suplida gracias al sentido común y a su particular seny barcelonés. La restauración había de ser sincera, respetuosa con los materiales y las formas tradicionales, sin que el conjunto arquitectónico perdiera un ápice de su identidad. Mampuestos allá donde hubo sillares, ladrillo para tapar huecos cuando faltó el dinero para seguir trayendo piedras, acero y cristal como signos de inequívoca modernidad. El resultado convence incluso a aquellos establecimientos de turismo rural empeñados en esos decorados de cartón-piedra que se tienen por modelos de rusticidad. Dinteles medievales Salones por donde se filtra la luz vespertina y juega a tula con las sombras de la piedra. Ventanucos de sillería, dinteles medievales y lámparas de diseño Ikea, igual que los sillones y las tumbonas del porche. El salón de estar, en la planta segunda, dispone de tres arcos acristalados que irradian luz sobre la biblioteca. Abajo, un comedor acristalado y una terraza con muebles de mimbre y bambú invitan a la melancolía o al ensimismamiento nocturno, bajo un introito amortiguado de música religiosa. Anexa a la construcción se difumina una capilla con un pórtico romano muy bien conservado. La cocina basa sus intenciones en una carta reducida de incontestable gusto, marcado equilibrio y precio excepcional. Aún en mejor tono, los desayunos de Manel Guinovart pueden servir de guía a cualquier émulo del vecino Racó de Can Fabes, el restaurante que ha elevado a los cielos a Santi Santamaría, en Sant Celoni. Los dormitorios no escatiman espacio de estar ni iluminación para fantasear. Destilan un ambiente rústico, sereno, exento de lujo. Lo cual, en su natural modestia, puede parecer algo somero desde la óptica decorativa. Las paredes se muestran sobrias, apenas tintadas con velos rosados o azulinos. Casi tan japonesas como los cuartos de baño, un punto minimalista junto a detalles más rebuscados, incluso en la precariedad del kit cosmético o en la inexistencia de baldas para dejar el neceser. Eso sí, con bañeras de hidromasaje y grifería firmadas por el artista Philippe Starck.
sioc:created_at
  • 20021026
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
opmopviajero:longit
  • 571
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 11
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20021026elpvialbv_7/Tes (xsd:anyURI)
dcterms:rightsHolder
  • Diario El País S.L.
opmopviajero:subtitle
  • MASFERRER, relax, buen gusto y grandes desayunos en la sierra del Montseny
sioc:title
  • El acierto de revivir una antigua masía
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all