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  • La Casa de Carmona fue en los días de la Expo 92 el Chanel número 5 de la hostelería sevillana. Hoy, sorprendentemente, es agua de borrajas. Mesadura de tupé. Un dislate de hotel a razón de 220 euros la noche..., incluso 300 en temporada alta. La degradación sufrida en los últimos tiempos ha enturbiado la excelente imagen que se tenía de esta casa palacio originaria de los siglos XVI y XVII, cuyos señores respondían al apellido Lasso de la Vega, uno de los linajes principales de Andalucía. Su localización, en pleno casco monumental de Carmona, era la envidia de todos, y su rehabilitación arquitectónica, trenzada con delicadeza sobre los patios columnados y el recoleto jardín interior, servía de elucidario del arte mudéjar andaluz. ¿Qué ha sucedido entonces para que esta gema palaciega sea capaz de suscitar tantas reclamaciones? Una idea del abandono a que el propietario, Felipe Guardiola, tiene sumidas las instalaciones es puesta de manifiesto en los múltiples rincones condenados ahora al olvido, ajenos a cualquier mirada, cuando antes alegraban la casa con su chorrito de agua o su alberca de espejo inmaculada. Descuidos impropios de un hotel que exhibe sus cinco estrellas en la puerta, como esas bombillas que no funcionan, mesas cojas o a punto de derrumbarse, ventanas atrancadas, desconchones y humedades en las paredes, el papel pintado descascarillado... Da grima montarse en el ascensor, de puro viejo y maloliente. El palacio aún mantiene su porte nobiliario en los dos salones de lectura, decorados con óleos de la corte madrileña, tapices de D'Aubuisson, alfombras de la Real Fábrica y consolas napolitanas. Los artesonados originales enlustran la tradición andaluza de enriquecer más los techos que el pavimento. Pero la galería florentina y el salón destinado a comedor no hacen rostro a un desayuno de alcurnia. La peluquería y la sauna, en el patio, están en desuso. Y el servicio, a sus expensas, forma corrillos en los reservados y tras las puertas de oficio. Tampoco las habitaciones más solariegas, como la número 6, abovedada, y la 14, volada sobre los tejados de Carmona, o la gran suite que hospedó al sultán de Brunei, resisten con sus lamparones una comparación con el carácter próvido de antaño en los estucados y molduras lapislázuli, en los doseles vaporosos, en las butacas victorianas, en la grifería inglesa de latón en los cuartos de baño. En fin, en aquellos volúmenes maravillosamente imperfectos que hicieron de la noche en Carmona un pasemisí-pasemisá de gentes venidas de todos los países del mundo.
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  • Diario El País S.L.
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  • CASA DE CARMONA, esplendor de otra época en la población sevillana
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  • Luces y sombras en un palacete mudéjar
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