PropertyValue
opmopviajero:IPTCMediaType
  • text
opmopviajero:IPTCMimeType
  • text
opmo:account
opmo:content
  • El hallazgo de un arco mudéjar del siglo XIII en una casa anónima de Villavieja de Lozoya, a los pies de la Somosierra madrileña, precipitó la decisión municipal de convertirla en una hos-pedería con encanto. Apenas una década después, este vestigio arqueológico es el santo y seña de un comedor vanguardista en cuyas mesas se presentan a diario las elaboraciones más sinceras de Juan José Cano, amparado por el entusiasmo gerencial y perseverante de su mujer, María José Mendoza, que creyeron desde el principio en las posibilidades turísticas de la llamada Sierra Pobre de Madrid. El caserón no dice mucho desde fuera, pero una vez flanqueado el acristalamiento de la entrada todo se vuelve simpatía, sinceridad, abrigo rural y, por supuesto, cultivo de la fisiología del gusto. Orden geométrico en la arquitectura interior, sin imposturas ni trivialidades decorativas. Líneas precisas y valientes, sin desdén por la naturalidad doméstica. Un rincón amable para los fines de semana de muchos madrileños hartos de ruido, donde las vigas de hierro ejercen su función original, los muros conservan su ladrillo visto y el esqueleto abuhardillado de madera sigue impertérrito en su sitio. A la izquierda impone cierto respeto un saloncito-galería iluminado con pinturas de artistas noveles que encuentran en el mecenazgo del matrimonio gerente una buena razón para exponer su obra. Junto al mostrador de recepción asciende un cuerpo de escalera derecho hasta la planta superior, donde se alinean los ocho únicos dormitorios de la hospedería, cada uno reconocido por el tercio (parcela rústica) que se avista desde sus ventanas, esmaltado en azulejería y grabado en el llavero de bronce: Gneis, Saliente, Cerros, Navamoja, Matahambre... Muy pequeños, es cierto; pero confortables y definidos por sus intenciones visuales, con una iluminación halógena que da relieve a los detalles. Apenas si cabe en ellos una cama, una mesilla de noche y el televisor, colgado de la pared. Ni mesa de trabajo, ni sillón para lectura. Los cuartos de baño, incluso, carecen de ventilación. Aquí, los beneficios son otros, en las antípodas del dolce far niente. Aquí siempre se hace algo placentero, educativo o ecológico. Salir de paseo por el hayedo de Montejo o intentar el as-censo al puerto de Navafría. Ir de fiesta en fiesta por los pueblos de la provincia. Y, desde luego, saborear la cocina de Juan José Cano y María José Mendoza frente al arco mudéjar del comedor, con vistas a Buitrago y a las faldas de la sierra. El arco santo y seña de la hospedería.
sioc:created_at
  • 20030125
is opmo:effect of
sioc:has_creator
opmopviajero:language
  • es
opmopviajero:longit
  • 582
opmopviajero:longitMeasure
  • word
opmopviajero:page
  • 11
opmo:pname
  • http://elviajero.elpais.com/articulo/20030125elpvialbv_3/Tes (xsd:anyURI)
dcterms:rightsHolder
  • Diario El País S.L.
opmopviajero:subtitle
  • HOSPEDERÍA EL ARCO, arte mudéjar y buen comer en el valle del Lozoya
sioc:title
  • Fin de semana en la Somosierra madrileña
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all