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Huir de los convencionalismos para atraer a la clientela menos convencional. Tal es la estrategia a seguir por los balnearios de toda la vida frente a las novedosas instalaciones wellness (salud, belleza y placer) inauguradas últimamente en un buen número de hoteles en España, cuyo éxito podría incluso cuestionar la pervivencia de aquéllos. Lo insólito del de Alceda, en el valle cántabro de Toranzo, es que el programa termal se inicie en el bar del hotel con... ¡una pinchada de chorizo flambeada al coñá y en su salsa! Deliciosa especialidad de la casa que tiene, desde luego, sus incondicionales. Con un caudal diario de 3.640.240 litros de agua a 26 grados centígrados, las aguas sulfurosas de Alceda constituyen un eficaz remedio contra las enfermedades cutáneas, además de ayudar a los tratamientos genito-urinarios, reumatológicos y de las vías respiratorias. Su utilidad terapéutica impulsó a finales del siglo XIX la construcción de un balneario de estilo neoclásico entre los tilos, chopos y coníferas que pueblan la orilla occidental del río Pas, donde los paseos resultan ser al menos tan medicinales como los baños. Anexo al complejo termal acaba de ver la luz un hotel de 34 habitaciones sin pretensiones, amplio y luminoso, marcadamente funcional. Moderno, en contraste con el carácter vetusto de las instalaciones termales. Diseñado para mantenerse abierto todo el año, y no sólo en temporada estival, como acostumbra el turismo de salud en España. Una alternativa desinhibida frente a los tópicos dietéticos inmisericordes con la buena mesa. Un fin de semana con tratamiento relax cuesta 122,35 euros por persona, y una semana completa de tratamiento termal, 444,05.
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