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  • A los habituales les gusta darle un poco de misterio al rito de iniciación al Yebra. Para empezar, no le dan la dirección a nadie: quedan en otro lugar, y como el local no está en el centro, los menos avezados no saben volver solos. Los adeptos aplican también el ritual de la promesa: "Te llevo, pero no se lo cuentes a nadie". Toda esta parafernalia no tiene nada que ver con sectas ni lugares exclusivos, sino simplemente con la capacidad del Yebra. Conseguir mesa en este solicitado establecimiento es todo un logro. Su éxito se debe a una lista de más de 50 suculentas y elaboradas tapas, que sin ningún problema se convierten en raciones. Desde crepes rellenos de brandada de bacalao con salsa holandesa o espiral de lenguado relleno de langostino al cava hasta hojaldrito relleno de centollo, todas a 2,10 euros. Así que, por menos de 15 euros, cualquiera puede darse un homenaje acompañado de un par de cervezas (1 euro la caña), un rioja (1,95) o de alguno de los blancos y afrutados que salen de las viñas del Condado de Huelva (1,95). Si se trata de carnes, sus platos más solicitados son buey a la mostaza de Dijón, carrillada de toro a la montañesa o lomo de jabalí con vinagre de frambuesas (1,95 euros). La carta de tapas varía según la estación, y su base es conseguir los mejores ingredientes, como aceite de Baena, pescados de Huelva o carnes de caza de la sierra Norte de Sevilla. Los hermanos Manuel y Francisco Javier Yebra, de 36 y 30 años, heredaron un bar de barrio de su padre. El antiguo local, pequeño y con una decoración espantosa, se convirtió en un imán desde que, en 1991, Francisco Javier salió de la escuela de hostelería de la Taberna del Alabardero y se hizo cargo de la cocina. Hace dos años, la familia Yebra se mudó a un nuevo local, a escasos metros del antiguo. El establecimiento está decorado con aire andaluz, tiene una docena de mesas y una buena barra repleta en las horas punta. Los adeptos constituyen una curiosa mezcla entre la gente del barrio y los gourmets de la ciudad, además de algunos famosos locales. Quien prueba, repite; aunque para ello tenga que señalar el camino con migas de pan, como Pulgarcito.
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  • El secreto mejor guardado de las tapas en Sevilla
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