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Al olmo no se le piden peras, pero sí a los perales que sazonan la vega del río Esla. De igual modo, a la localidad leonesa de Cistierna, cabecera de un valle en forzosa reconversión minera, no se le debería exigir mayor dehiscencia frutal que el aroma de un hotelito capaz de hacer más llevadero su declive industrial. Vana pretensión si se tiene en cuenta que el recién inaugurado Río Esla, piedra fundacional de ese nuevo escenario turístico que requiere la comarca, apenas reúne los encantos exigibles para ello, semiescondido como está en una calle periférica del pueblo y emperifollado con los estereotipos de una mal entendida modernidad.
Bordones y encajes
Las paredes recurren al tono salmón característico de los años ochenta. Puertas y ventanas lucen en sus molduras las galas del aluminio blanco. Bordones, lazos y encajes se abrazan al mobiliario y a los cortinajes de los dormitorios. Los dos accesos principales del hotel se mantienen cerrados buena parte del día sin saber por qué. ¿Una invitación quizá a entrar por el bar, siempre alegre y bullicioso? A distancia se perciben las conversaciones provenientes del salón de la primera planta. La clientela tampoco logra saciar su sed de ruralismo finisemanal con las tostadas preelaboradas y el café expreso servidos de desayuno en un comedor separado del bar por un biombo.
Demasiada yesca para un alojamiento que podría abanderar la reconversión de la minería y ser modelo de un futuro turístico basado en la exaltación de la arqueología industrial, siguiendo el ejemplo de sus vecinos asturianos. Las habitaciones recuerdan con sus nombres -Escaro, La Puerta, Pedrosa, Salio- a los pueblos sumergidos bajo las aguas del pantano de Riaño. Todas ofrecen la gratificación nocturna de unas camas provenzales, aunque someras, un servicio de minibar y un aparato de televisión frente a la pareja de poyetes que ejercen como mesillas de noche. Su estado de revista es inmaculado, en la tradición de una honrada pensión familiar. El mayor número de estos dormitorios da a la zona trasera, con vistas sobre el perímetro urbano más allá del cual se extienden los labrantíos de la vega del Esla y los robledales, pinares y hayedos que ascienden al alto de Peña Corada, donde cabe disfrutar de una de las mejores panorámicas de conjunto sobre los Picos de Europa.
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