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  • A las grandes enseñas hoteleras que sitúan a Barcelona en el mapamundi turístico y cultural se vienen añadiendo últimamente ciertos alojamientos con estilo y unos precios asequibles. Ambientes eclécticos, de estética posminimalista, sin ninguna concesión al lujo ni otras instalaciones o servicios que los de un bed & breakfast al uso. Tal es el caso del hotel Colors, identificado con dos únicas estrellas en una zona tranquila de la ciudad, junto a la salida 4 de la ronda de Dalt. Un experimento desenfadado y cromático del grupo Travi, propietario de otros ocho establecimientos de hostelería en la capital catalana y uno en Andorra, entre ellos el conocido Can Travi Nou. Si el edificio brinda al paseante una perspectiva diáfana, de geometría precisa y perfil discretamente vanguardista, la atmósfera recreada en su interior sugiere un sincretismo catalano-neoyorquino en boga hace una década. Puertas negras sobre suelos blancos. Suelos negros para puertas blancas. Y, según dónde, una inyección de rojo y metal en el mobiliario. El vestíbulo, la recepción y la cafetería -habilitada sólo para desayunos- se confunden en un amplio loft de ambiente algo embarullado, incluso agobiante cuando el hotel se llena. Los pasillos que conducen a las habitaciones parecen interminables, alfombrados sin horizonte, iluminados con halógenos y unos originales tubos de agua que acentúan la verticalidad de su disseny. Una explosión de fucsia y lila colorea los dormitorios, sus cortinas y sus colchas de raso, la lencería, el tocador pupitre cuya tapa se levanta convirtiéndose en un espejo. Amplios, luminosos, concebidos para una noche sin horas. Limpios y atendidos por un servicio operativo incluso de madrugada. Decepcionantes, quizá, por ciertos detalles de mal acabado en las paredes, los zócalos, las juntas y bisagras... También, por su deficiente insonorización de la calle, la ausencia de mantas, el tosco contrachapado del mobiliario y el televisor colgado en la pared, como si no hubiera suficiente espacio para disponer de un aparador. Y, desde luego, por los olores enclaustrados que ocasionalmente se perciben en el cuarto de baño. El hotel sacrifica un caudal de confort en aras de un disseny efectista y a veces facilón, justificado por el aquilatado precio de una noche en la cara Barcelona. Como distintivo de ello, un simpático juego de letras se escenifica en todas las estancias: A en el armario, T en el tocador y las frases "Buenos días" y "Buenas noches" inscritas en los cabeceros de las camas.
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  • Diario El País S.L.
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  • HOTEL COLORS, un experimento desenfadado y cromático en la zona alta de Barcelona
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  • Aires neoyorquinos y 'disseny' a buen precio
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