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  • A bocajarro, la niebla matinal hiende el costillar inmenso y erizado de los Picos de Europa. Un silencio imperturbable reina en el monte bajo, entumecido de hayedos y robledales. En Frama, cerca de Cabezón de Liébana, nadie se despereza antes de las nueve y media de la mañana, ni mucho menos los habitantes de la posada familiar de los Lombrana. Sólo el farfullo de una cañería delata el madrugón de algún huésped rebelde a la causa del turismo rural. La ducha en esta casita de piedra y madera es tan generosa en agua como cicatera en espacio, del que también adolece el resto de los dormitorios y las instalaciones comunes, ajustados al ámbito estricto de una vivienda familiar. Ciertamente se cumplen en ella todos los criterios establecidos por el club de calidad Cantabria Gran Reserva, al cual pertenece. Una marca oficial del turismo cántabro que vela por la plasticidad rústica de su interior, así como por la exigente recuperación arquitectónica de sus pajares y cuadras, pero estrábica a los requerimientos de servicio que hoy expresan los adictos al ruralismo de fin de semana. Apenas afloran en todo lo que dura la estancia. La única percepción de que alguien cuida la casa se tiene en la celosa tramitación del registro de huéspedes y, ¡hummm...!, en los instantes sublimes del desayuno, cuando reina un olor a buñuelos y pan de hogaza. Salvo las puertas, de diseño modesto, el común de los dormitorios destila una atmósfera rústica y serena a partir de muebles de madera restaurados, una solería de barro y paredes en tonos vistosos. Ningún detalle escapa a la vista: ni el televisor, ni un termo-cafetera o un par de buenas mantas; ni el canasto cosmético, ni una bañera térmica para los bebés. Embutido en un rincón yace un sillón orejero, para pasar las horas leyendo. Cada uno se reconoce por un árbol totémico: Roble, Haya, Encina, Tejo, Castaño... Aunque ninguno acusa una personalidad tan fuerte que lo distinga del resto. Cuando amanece bueno, el jardín se irisa de rocío y satén por debajo del tendido eléctrico que aún rodea la casa. Sobre los hilos, la cordillera cantábrica emerge con toda su estridencia pétrea.
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  • Diario El País S.L.
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  • POSADA LA CASA DE FRAMA, vistas a la cordillera cantábrica cerca de Cabezón de Liébana
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  • Olor a buñuelos recién hechos al despertar
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