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En pleno centro de la ciudad, con una cuidada puesta en escena, espacio suficiente para que los comensales no se den codazos, bien atendida y, además, barata. La Taberna del Alabardero se ha convertido en un oasis para la ajetreada agenda del urbanita. El milagro se produce de lunes a viernes a la hora del almuerzo: por 10,10 euros se puede elegir una entrada, un plato principal y un exquisito y elaborado postre. Todo sale de los fogones de la escuela de hostelería de la Taberna del Alabardero, y cumple con los requisitos de servicio y presentación de un restaurante de lujo. El único inconveniente, que bien mirado sólo es una garantía de que no se sirven precocinados, es que se toman su tiempo.
El establecimiento, abierto en 1992 en una casa palacio del siglo XIX que perteneció al poeta José Antonio Cavestany, ofrece un menú que cambia cada 15 días con cuatro apartados en los que se puede elegir entre cinco posibilidades. En las entradas hay exquisiteces como chipirones con vinagreta de manzana y jengibre o panaché de verduras gratinadas con almendras fileteadas. Las carnes incluyen conejo relleno de escalibada o lardones de pollo con crema de castañas, y, en la sección de pescado, puede probarse atún confitado al aceite de romero con muselina de anchoas o milhojas de sardinas con migas del pastor.
La seducción llega con los postres: crema frita especiada con cremoso de mango o pudin diplomático con gelée de vino. La escuela, dirigida por Miguel Ángel Prieto y Fermín López, elabora los menús sobre la base de la cocina tradicional andaluza, pero con bastantes toques innovadores.
Además, para los que no tienen tiempo que perder durante la semana, pero sí el sábado y el domingo, la Taberna del Alaberdero mejora el menú para los almuerzos del fin de semana y lo ofrece por 14,75 euros.
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