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  • El futuro turístico de la Costa del Sol se intuye cada día más retranqueado hacia su espina dorsal, entre los costillares montunos que van de Mijas al campo de Gibraltar. En uno de estos relictos aún próximos al mar ha creado su particular Shangri-La el matrimonio formado por Nikki Barker y Pepe García, después de invertir 10 largos años de vida en proyectos, obras y repulidos hasta consolidar la estructura del caserío actual. Una cortijada típicamente mediterránea alrededor de un patio abierto al cielo raso del sur. Un negocio con sólo cinco habitaciones que cuidar; eso sí, montadas a todo plan y engrandecidas según los mínimos exigibles para residir en ellas durante unas prolongadas vacaciones. Porque eso es lo que proponen sin disimulo los García: no time, no stress, no wires. O, lo que es igual, el derecho a la pereza sin tiempo, sin prisas y sin necesidad de estar enchufado al mundo. Su hotel cumple fielmente los cánones vigentes del rusticismo turístico andaluz con notas leves de aroma inglés, que es como don Geraldo Brenan, el alhauriniano, se lo habría imaginado de haber nacido hostelero. Una pared de albero, otra de cal, flores secas sobre las mesas, colchas estampadas y toda la gracia de un jardín malagueño con piscina y pista de tenis esparcido más allá de las ventanas. En torno a la finca se extienden kilómetros y kilómetros de montes de secarro, plantaciones de aguacates y vergeles moteados de naranjos. Quien más quien menos, proceda de dentro o fuera de la Península, aprecia en toda su magnitud el carácter familiar del paraíso. Pepe García sale al encuentro de sus huéspedes. De puertas adentro cabe disfrutar de la más completa intimidad. Dos salitas deliciosas, un gran salón de estar en rabioso almagre y una biblioteca a plena disposición de los huéspedes con mil y pico títulos donde elegir. Terrazas amplias En distintos cuerpos de edificio se distribuyen los dormitorios, un género de suites con terrazas muy sobradas de espacio y orientadas a los montes mijeños, suculentos de verde en primavera, pajizos y terrosos durante los meses de verano. Estancias decoradas sin escatimar un haz de gavillas ni una reflectante lechada de cal, como manda la tradición campesina al sur de Despeñaperros. Repletos de soluciones hogareñas, incluido un sistema de calefacción por suelo radiante, aunque desasistidos de otros instrumentos técnicos (conmutador módem, acceso a Internet) para encerrarse a trabajar. La regla de la hacienda es observar un momento de silencio y ensimismarse con los pequeños detalles que proporciona el servicio, casi siempre en manos de los propios dueños. Nikki Barker, en la cocina, ha aprendido lo esencial de la gastronomía malagueña. Especialmente a la hora de tostar el pan y preparar el aceite para la ceremonia del desayuno. Lo mejorcito que hay en varios kilómetros a la redonda.
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  • HACIENDA SAN JOSÉ, turismo rural cerca de la población malagueña de Mijas
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  • Naranjos y montes a espaldas de la Costa del Sol
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