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  • Algo tiene que esconder este hotel de la zona alta del Ensanche tras su fachada anodina en granito rosado y morado para aparecer el primero en todas las guías sobre Zaragoza. La respuesta: tecnología. Ha sido pionero entre los hoteles inteligentes de España, eso que los franceses etiquetan como domótica, y los americanos, high tech. La recepción, totalmente informatizada, abarca todo lo largo de un vestíbulo multiuso de 2.500 metros cuadrados, engolado escenario de convención empresarial. La cafetería, los salones de estar y el restaurante se escalonan a la izquierda, en tres plantas, distribuidos en un gran atrio con galería en el que se puede ver y ser visto desde cualquier punto. Ágora dórica de la capital aragonesa sobrevolada por dos ascensores panorámicos en constante vaivén tubular, a imagen y semejanza -salvando, naturalmente, las distancias- de los que suelen recorrer los rascacielos de Boston. Pero no sólo brilla aquí lo tecno, también la eficacia y la amabilidad sin límites del servicio. Una actitud resolutiva y sonriente con el huésped que siempre le hará volver al hotel. Bajo la zona atrincherada para exposición de automóviles se sumerge un piano-bar de ambiente algo espeso, que no canalla, enmoquetado en tonos coral y luminiscencia marfil. Más desvaídos se presentan los pasillos, que contagian a las más de 300 habitaciones del hotel. Muy vanguardistas en su instrumentación electrónica, con un panel de leds rojos junto a la puerta que indica si hay alguien dentro y un cuadro de controles detrás de las camas para regular el color, brillo y volumen de la tele, los canales musicales, las frigorías del aire acondicionado, la intensidad de las luces, consultar el estado de la factura, atender los mensajes recibidos, llamar a la camarera de planta y hasta para recibir asistencia sanitaria... Pero están enmoquetadas de pesadilla, en estampados grises y negros, a marañas..., y decoradas con párvulo atrevimiento, en almíbares dorados, con colchas y cortinas a juego de un color azul charol de lo más estridente. Tampoco resiste un guiño la grifería barroca o el kit cosmético en los cuartos de baño. Sólo convence el detalle constructivo de su excelente insonorización, a prueba del zumbido sordo que provoca hasta altas horas el tráfico de la avenida de las Torres, una de las arterias principales de Zaragoza. Diferente y de mucha mayor categoría, la suite Boston exhibe muebles clásicos de caoba, dos inmensos baños, despacho y un par de dormitorios. Claro que no al mismo precio que la doble, sino multiplicado por cuatro.
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  • Diario El País S.L.
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  • BOSTON, cibernética y amabilidad en el centro de Zaragoza
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  • Un pequeño robot detrás de la cama
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