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  • Al despuntar el alba, una biodiversidad sonora descubre la verdadera naturaleza del hotel: pájaros y sus trinos, los gallos y sus cacareos, las vacas y sus mugidos, los perros y sus ladridos... Y los pitidos del tren Transcantábrico al pasar por la estación de Nueva. Estamos en el paraíso natural de Asturias, a ocho kilómetros de Llanes en dirección a Ribadesella. Tierra adentro, pero muy cerca del mar. Un enclave verde y plomo de la España septentrional donde han proliferado como níscalos las casas de turismo rural, todas de un parecido monótono y bucólico desde que este sector económico se propone como alternativa a la orfandad de industrias existente en la región asturiana tras la crisis de la minería y la siderurgia en las dos últimas décadas. La Casona de Nueva es fruto de una enésima rehabilitación del patrimonio rústico con el aderezo mercadotécnico del confort exigido por el viajero actual. Fachada azul marino, galería de cuarterones, porche invernadero, utillaje de forja y madera, mobiliario campirano, gavillas y flores secas en los centros de mesa... Todo eso en una docena de habitaciones con calefacción central, televisión vía satélite, teléfono y caja fuerte, para no extrañar ningún detalle de ciudad. Apenas queda en ellas holgura para otros menesteres, pero se sobran en tipismo astur y los muebles aportan el sesgo noble y serio que le falta al resto de la edificación. Los cuartos de baño, en una calculada modestia, gustan por sus suelos escaqueados de blanco y grana, aunque no haya repisa donde colocar el neceser, ni espejo de aumentos, ni un ajuar en las debidas condiciones. La cosmética está resuelta con un dispensador de gel junto al lavabo y otro dentro de la ducha, aunque a veces completamente vacíos. Primera planta Preferibles los dormitorios de la primera planta, pues las buhardillas sólo pueden acoger niños o adultos de corta estatura. Y, desde luego, mejor aquellos que dan al jardín, opuestos al tráfico constante de la autopista, cuyo zumbido apenas queda amortiguado por el verde charol de los prados inmediatos, las notas aromáticas del heno y el cucho (estiércol) en el aire... y algún que otro cobertizo de plástico adosado a las casas vecinas. Gracias a la amabilidad natural de Juan Ábalos, su propietario, la estancia en la casona se nutre de inteligentes conversaciones frente a la mesa de desayuno, servido con frugalidad a la vista del verde asturiano. Melancólico en días de orbayu. Pastoral los demás.
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  • Diario El País S.L.
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  • LA CASONA DE NUEVA, un coqueto hotel rural en los alrededores de Llanes
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  • Envoltura azul en el saturado verde de Asturias
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