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  • Más que hotel, El Pati es un restaurante con cinco habitaciones pertrechadas para una buena digestión. Instalaciones y servicios giran en torno a un patio del siglo XVII rehabilitado dentro del casco medieval de Peratallada con el propósito de servir cenas a la luz de las velas y ganar para este pueblecito de postal algo de la clientela centroeuropea que frecuenta en vacaciones la Costa Brava. Sus dueños, Yolanda Coll y Josep Payet, confían en que un lugar así, encinto de enredaderas, parras, rosales, alegrías y minaretes de piedra frente a la torre vigía del castillo, deje una huella romántica en sus retinas. De hecho, al hotel se entra directamente por el patio desde el aparcamiento municipal, lo que supone siempre una incomodidad en el transporte del equipaje. La recepción, contigua a la barra de la cafetería, exige un intrincado rally a través de las mesas. Por las características del mobiliario, adquirido en parte en los anticuarios del pueblo, se respira de puertas adentro cierto aire colonial: sillas de forja, lencería de gasa, flores de papel y tela, galletas y cortinas de Gastón y Daniela. Excepto una terracita inútil y descuidada, el establecimiento no tiene otras zonas comunes que ofrecer. Cuartos de paredes tintadas Las cinco únicas habitaciones aparentan ser acogedoras y personales. Unas dan a la calle, ideales para ver pasar gente durante el verano. Otras dan al patio, más tranquilas y apantalladas de verde. Su decoración destila una rusticidad vista en otras casas viejas, pero inevitable en un lugar como Peratallada, convertido ya por el turismo cultural en un pueblo museo. Antigüedades genuinas, paredes tintadas de colores y olor a humedad rezumante de la piedra fresca. Suelos de toba catalana, a la venta en las tiendas de la cercana población de La Bisbal. Baños de obra incrustados en un rincón del dormitorio a la vista, sin alicatado ni percha junto a la ducha, en la más pura tradición del lloscat ampurdanés. Hasta el llavero muestra la simpatía de un osito de peluche, aunque sea engorroso salir del hotel con él. El jardín constituye el principal reclamo por su languidez romántica, un tanto descuidada. Aquí se sirve también el desayuno en los meses cálidos, consistente pese a los mosquitos, aderezado de dulces, lácteos, frutas y zumo de naranja natural. Durante la cena, cuando baja la temperatura -en horario europeo, sobre las ocho de la tarde-, reina un silencio perfumado de flores,apenas roto por el tintineo de los platos y el tañido periódico de la campana de la iglesia parroquial de Peratallada.
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  • Diario El País S.L.
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  • EL PATI, un restaurante y hotel junto a las murallas de la monumental Peratallada
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  • Cinco habitaciones en torno a un patio ampurdanés
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