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  • Justo cuando la cocina de vanguardia brilla a más altura, una importante masa de jóvenes cocineros se encuentra afectada por una actitud profesional lamentable. La obsesión por inventar nuevos platos es tan desquiciante, que muchos prefieren hacer el ridículo antes de dominar la cocina tradicional y poseer unos conocimientos mínimos. Grave síndrome, que se ha enroscado en las malas escuelas de cocina y causa estragos en restaurantes urbanos mediocres. Antes de crear recetas, todos los aspirantes a genio deberían tener presente que hace falta mucha experiencia, un paladar entrenado y unas bases muy sólidas. Y además, que la creatividad está reservada a unos pocos. ¿Es que nadie recuerda que en la pasada década de los ochenta, Joël Robuchon fue considerado el mejor cocinero del mundo tan sólo por su meticuloso perfeccionismo neoclásico? Berasategui y Ducasse Entre tanta desorientación, reconforta encontrar a los que tienen las ideas claras. De la noche a la mañana, Elías Murciano, joven de 26 años, nacido en Venezuela, de padre español y madre francesa, hace saltar chispas en este nuevo restaurante madrileño. De su gran profesor Martín Berasategui ha aprendido todo; del superestrellado Alain Ducasse, la disciplina, y de sus colegas malagueños (Tragabuches y Café de París), la gracia mediterránea. El resultado es una cocina moderna, lógica, sencilla y bien presentada, que, sin arriesgar un ápice, convence en la mayoría de sus propuestas. Cuando Murciano mejore el tratamiento de algunos productos y determinados platos sean menos prêt-à-porter y más artesanos, subirá varios enteros. Después de abrir boca con unas chuletitas de conejo muy finas, resulta completamente insípido el foie-gras de pato al caramelo. En cambio, el tartar de bonito con guacamole y kikos es bueno; las vieiras con boletos, armoniosas, y el atún con ajetes y crema de coliflor, sencillamente espléndido. Con el arroz negro de chipirones se descubre el artificio: la tinta es sintética, y los granos (precocidos) se cuecen en dos tiempos para evitar demoras. Vuelve a subir nota con el magret de pato en compañía de su ragú, mientras que el flan de cordero desmenuzado y glaseado pasa sin pena ni gloria. En la sala desagrada el ruido de las conversaciones, que se acentúa por efecto de una música ambiental desasosegante.
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  • Diario El País S.L.
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  • MOSKADA acaba de abrir sus puertas en Madrid con platos modernos y bien presentados
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  • Chispa y gracia mediterráneas de un joven 'chef'
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