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  • Tras varios meses de obras, el parador de Benicarló ha reabierto hace un año con una imagen más contemporánea, dejando atrás un pasado de instalaciones anticuadas. Devuelto al primer plano de mar, la profunda reforma lo ha situado, frente a los triviales hoteles de playa, como una opción singular para las vacaciones. Nada mejor que el jardín, ambientado con palmeras, para olvidarse del reloj en el desparrame de una hamaca, junto a la piscina. La brisa sopla fresca incluso los peores días del verano. Y más sana que las rachas del aire acondicionado en el interior del edificio, repintado en blanco y azul como contrapunto a la tristeza del entorno urbanístico. Una cubierta de diseño proyecta el restaurante hacia el exterior, en una terraza bien ordenada, aunque la plancha de metacrilato se ensucia fácilmente. Más decepcionante es la mínima iluminación nocturna del jardín, insólita en un hotel que vive del aire libre y del mar. Los dormitorios ocupan sendas alas del edificio, construido en forma de U en dos plantas, con el eje principal reservado para los salones de estar, los de reuniones y el vestíbulo. La atmósfera que se respira es alegre y colorista: azul, vainilla y verde, los atributos cromáticos del Mediterráneo. Ejercicio de interiorismo algo facilón, con lugares comunes y algo atosigante en los pasillos. Las alcobas sobresalen por sus estimables dimensiones, máxime cuando se tiene la oportunidad de ensimismarse en la terraza contemplando las olas del mar. Un espacio delicioso, en especial si tocan en suerte las tres superiores con vistas al mar en el ala norte -410, 411 y 413- o aquellas situadas en la misma planta por el ala sur -230, 231, 232 y 233-. Pero, ¡ay, el mar!, la sal airea ya algunas humedades en las paredes y extiende su corrosión hasta las papeleras, después de pasar por alto ciertos óxidos en los detalles. Las camas, pequeñas y bajitas, que recuerdan otras épocas anteriores de este parador. Sólo la amabilidad del personal y el silencio consiguen desviar la atención hacia los verdaderos alicientes de la piscina y la playa. Una bendición insólita en cualquier hotel de la Costa del Azahar.
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  • Diario El País S.L.
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  • PARADOR DE BENICARLÓ, renovado y rodeado por 20.000 metros cuadrados de jardines
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  • Homenaje cromático al Mediterráneo
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