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  • Perdida, aunque no olvidada por el turismo, la aldea asturiana de Prieres cuenta desde hace apenas un lustro con un hotelito de siete habitaciones ensopado de orbayu casi todo el año y al que muchos urbanitas toman como su fresquera particular en cuanto sube el termómetro de Picos de Europa hacia el sur. ¡Qué alivio, escapar de la canícula y sentir el clorofílico abrazo de la bruma en los hayedos, a la sombra de la peña Busllar, en pleno parque natural de Redes! Seducidos por el bucolismo del lugar y toda la literatura vertida sobre sus leyendas y misterios, no es extraño que los propietarios quisieran evocar el paisaje mural de una de las novelas más leídas de Armando Palacio Valdés: La aldea perdida. La idea bien hallada. Para alcanzarla se puede atacar desde las carreteras comarcales del norte y también desde el puerto de Tarna, en los límites provinciales de León, a través de muchas vueltas, revueltas y luego de salvar varias angosturas de fuerte desnivel. Luis Nicieza y su mujer, Leo, reciben junto al portón imbuidos de un indisimulado vigor rural, el mismo que acentúa cada arista del edificio y lo reafirma sin sutilezas dentro de su entorno vegetal. Un caserón de perfil chaparro y musicalidad similar a la de cualquier refugio de montaña canadiense, con la fachada revestida de madera, cubierta de teja, amplios ventanales para aprovechar bien la luz del día y puertas semiacristaladas. El establecimiento no aturde por dentro, aunque los signos de creatividad pretendidos en el comedor -ambiente, decoración y ornato de los platos- son a veces pura ilusión óptica. Los dormitorios, equipados con lo mínimo, resultan algo justos. Por lo que ir en familia o en grupo de amigos exigiría tener disponible el dúplex con chimenea, so pena de reservar otra estancia en particular para los más pequeños. Su estilo convence, en cambio, por el audaz regate rústico que se hace a través de ciertas propuestas vanguardistas, únicamente desairadas por las lámparas azules de plástico, el mal acabado de las tuberías o los interruptores eléctricos. Estrechos e igualmente justos de equipamiento, algunos cuartos de baño arrinconan el lavabo en un ángulo complicado de valerse sin derramar agua al suelo. Pero las vistas que el hotel proporciona sobre la montaña asturiana alivian cualquier esfuerzo y predisponen para andarla al paso de los trasgos y las xanas, entre brumas y embozos de helechos. Y otro argumento nada literario: el silencio vacacional se salda a sólo 25 euros por persona y noche.
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  • Diario El País S.L.
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  • L'ALDEA PERDIDA, habitaciones a buen precio en el oriente de Asturias
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  • Un alojamiento seductor junto al bosque
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