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  • Ha sido un hotel pionero en la consolidación del turismo de interior en Mallorca, ajeno al modelo consumista de sol y playa, hoy en crisis. Su artífice, Richard Branson, aterrizó en la isla durante la oleada hippy, aprovechó sus encantos mediterráneos para crear el sello discográfico Virgin y salió de ella convertido en un magnate de los negocios con título de sir del Imperio Británico. Hace unos meses vendió La Residencia al grupo hotelero Orient Express, el mismo que gestiona los legendarios trenes de Londres a Estambul, el cual ha invertido una fortuna en devolverlo al primer plano del turismo de lujo internacional. Se percibe el nuevo estilo en el acendrado ceremonial de entrada, justo enfrente del núcleo primigenio de Deià, probablemente el pueblecito más pintoresco del archipiélago balear y, desde luego, el más mundano desde que Robert Graves fijó aquí su residencia. Una lápida en el cementerio local y la biografía publicada por su hija Lucía atestiguan el magnetismo que ejercía este escritor británico entre los vecinos y sus numerosos visitantes. Recovecos con gracia Pero el universo que ahora reúne en sus instalaciones La Residencia figura en las antípodas de lo literario, salvo en el paisaje diurno que conforman las tres piscinas y sus correspondientes terrazas, cuando todos los inquilinos huelgan sobre las tumbonas con un libro entre las manos. Paisaje de evocación mallorquina en los muros, en las balaustradas y en los tejados escalonados por la ladera de Son Moragues, Son Canals y Son Fony, como antaño se conocían estas fincas de labor con vistas al mar. Mil recovecos con gracia para hacer soñar a quien hoy lo pueda costear: ventanas de rejería, arcos, pasadizos, jardineras y macizos impecables de buganvillas. Los interiores tampoco reniegan de su ascendencia mallorquina, pese al lujo cosmopolita que se respira en las estancias y al acento británico que siguen manteniendo sus paredes, decoradas con pinturas de artistas afincados en Deià, como Georges Sheridan y Arturo Rhodes. Tan exclusivas como las pinceladas que dan relevancia a todas y cada una de las habitaciones, sea cual sea su tamaño o inserción en el ángulo de la finca: una rosa sobre la mesa, un ventanuco semiescondido, suelos de barro originales, cestitos de fruta y dulces, paños para guardar los zapatos... Y muchos detalles más en la tradición de los grandes hoteles europeos. Como el ambiente exquisito del restaurante El Olivo o la piscina privada que se ofrece en cada una de las tres suites habilitadas en la zona alta de la finca, inalcanzables para la gran mayoría.
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  • LA RESIDENCIA, lujo cosmopolita y elegante tradición balear en Deià
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  • Un hotel de culto en el verano de Mallorca
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