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  • Cuando el excursionista llega a lo alto del último repecho que conduce al llano de Aguas Tuertas, una sedante sensación de calma invade su espíritu. El horizonte cerrado de montañas que le había acompañado durante la corta marcha se abre de golpe en un impresionante plano de varios kilómetros cuadrados por el que el río se desliza sinuoso y remansado, sin apenas murmullo. Hasta más allá de donde la vista alcanza, aparecen rebaños de vacas, ovejas y caballos sueltos. Una luz viva y un airecillo fresco invitan a la contemplación. Parecidas sensaciones debieron de experimentar hace 5.000 años los hombres del neolítico que atravesaban estos parajes con sus rebaños. Aquel rincón remoto era un buen sitio para vivir y para morir; para enterrar a sus muertos de la mejor manera posible reposando en un lugar que no parece de este mundo, aunque lo sea. Y allí, al resguardo de unas peñas, en el sitio conocido como Achar de Aguas Tuertas, a 1.600 metros de altitud, levantaron un dolmen, una cámara funeraria protegida por losas de varias toneladas de peso y cubiertas por un túmulo, una montaña de cascotes que protegía el viaje de sus difuntos. El llamado dolmen de Aguas Tuertas es uno de los ejemplares de megalitos mejor conservados del valle del río Aragón-Subordán, en el Pirineo de Huesca. Pero no el único. Hasta 80 monumentos, entre dólmenes, cromlechs, círculos de piedra y algún que otro menhir, han sido catalogados en esta zona, que reúne la mayor concentración de megalitos de toda la cordillera. Su historia, su función y sus leyendas pueden conocerse hoy fácilmente y con detalle en el Centro de Interpretación del Megalitismo Pirenaico de la Val d'Echo, inaugurado este verano. El centro está instalado en una antigua casa forestal, justo a la entrada del primer túnel que introduce la carretera de Hecho a la Selva de Oza en la llamada Boca del Infierno, espectacular congosto por donde el río brinca salvaje. La exposición está repartida por las dos plantas del edificio. En la baja pueden conocerse la historia, la naturaleza y las actividades humanas en el valle de Hecho; en la de arriba se profundiza sobre la vida del hombre del neolítico y el culto alrededor de la muerte. Rutas por el valle Satisfecha la visita, lo mejor es conocer algunos de esos monumentos sobre el terreno. Los más próximos están a pie de carretera. Llegados a la Selva de Oza después de atravesar en coche la Boca del Infierno, conviene dirigirse hacia el campamento de verano Ramiro el Monje. Una pista en buen estado conduce hasta el círculo de piedras que rodea los restos de un dolmen en regular estado. Como otras construcciones de ese estilo, se aprecian las cuatro losas que rodeaban la cámara sepulcral y la que cerraba el conjunto a modo de techumbre. Regresados a la carretera, y unos cien metros más arriba, hay que tomar a la derecha una segunda pista de tierra que en pocos minutos lleva hasta el conjunto arqueológico conocido como Corona de los Muertos. Se trata de varios enormes y perfectos círculos de piedra fechados entre los años 7000 a 5000 antes de Cristo. En su interior se han encontrado algunas puntas de flecha de sílex, pequeños utensilios de piedra y restos de objetos medievales. Aunque se han dado muchas, incluso extravagantes, explicaciones sobre su origen, las últimas teorías indican que estos círculos son la base de gigantescas cabañas, restos de uno o varios poblados utilizados una y otra vez a lo largo de la prehistoria y de la historia. Río arriba, la carretera primero y después una pista introducen al visitante en un recodo del valle conocido como Guarrinza. Distribuidos por prados y peñas, a una altura de entre 1.200 y 1.400 metros, se encuentran numerosos megalitos: al menos cuatro dólmenes, 30 círculos de piedra y 11 túmulos. Todos jalonan a lo largo de unos cuatro kilómetros entre la Casa de la Mina y el barranco de El Barcal. El más interesante es el llamado Camón de las Fitas, un sepulcro en corredor. Lo más abundante, sin embargo, son los círculos de piedra, o cromlech. Para alcanzarlos hay que tomar un desvío que a través del puente de los Troncos llega al antiguo refugio militar para después remontar el curso fluvial. Subir al barranco Desde la Casa de la Mina, un sendero transitable exclusivamente a pie remonta en fuerte subida el barranco de Acherito. Entre los 1.600 y los 1.800 metros se hallan distribuidos tres dólmenes y un círculo de piedras, todos de gran interés, especialmente el denominado Acherito IV, un dolmen muy bien conservado de más de 18 metros en sus dos ejes. La gran losa original que cierra la cámara por arriba se mantiene en su posición original y parcialmente cubierta por el túmulo. Eso sí, hay que calcular un mínimo de dos a tres horas de caminata de subida. Mucho más fácil de alcanzar es el dolmen de Aguas Tuertas, un pequeño megalito que conserva completa su estructura primitiva. Para llegar hasta él se sigue en coche la pista desde la Selva de Oza y se remonta hasta la barrera que cierra el paso a los vehículos no autorizados. A partir de ese punto, una cómoda caminata por la propia pista y después por sendero acerca a las puertas del llano de Aguas Tuertas. Hay que abrir una cancela y descender hacia el llano. Allí, humilde, sobre un montecillo de hierba, aparece el dolmen, que ha resistido las nieves de cinco mil inviernos y el sol de otros tantos veranos.
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  • Una ruta prehistórica por el noroeste de la provincia de Huesca
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  • Dólmenes en los valles del Pirineo
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