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No lo tuvieron fácil los de la Cooperativa San Esteban durante décadas, entre el desánimo y las ganas de defender un varietal autóctono en el que creían, pero por el que nadie daba un duro. Al final se impuso el amor al viñedo, y, tras una fuerte inversión, nacieron los primeros vinos de calidad Tiriñuelo. Primero, el Joven Tiriñuelo; luego, el Gran Tiriñuelo, y ahora, Tiriñuelo Cumbre, una ejemplar ascensión en la calidad. El vino tiene una gracia y personalidad extraordinaria, que la excelente crianza en roble francés acrecienta sin desvirtuar lo que le hace original: una nariz festiva, con el fulgor de las frutillas rojas y negras silvestres, con matices insospechados de mineral. En boca, la frescura frutal envuelve el paladar. Y al final aparece la tempranillo con un toque noble de regaliz.
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