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  • Descolgado por una pendiente vertiginosa, entre las muchas que conforman el pueblecito rocoso de Vilafamés, este hotel restituye el valor histórico de una casa de cinco plantas bautizada en el siglo XVII y a punto de perderse si no fuera por el empeño personal de Gloria Díaz Varela, madrileña y decoradora de profesión, cuyo buen gusto queda reflejado en este proyecto que está a punto de cumplir el año desde su apertura, en noviembre de 2002. Alcanzar el hotel desde la plaza del Ayuntamiento exige una verificación de frenos y, de no encontrar donde aparcar, músculo duro para ascender la cuesta con las maletas desde la ronda de la muralla. Construida en piedra roja de rodeno, la casa se alza a más de 12 metros sobre la línea del muro de la ciudad medieval. El tónico, una vez aposentado, tiene sabor a panorámica desde los balcones del edificio, literalmente colgado sobre los olivares que ciñen esta pintoresca localidad de la provincia de Castellón. La puerta del establecimiento permanece casi siempre cerrada. Es preciso accionar el timbre electrónico y esperar que el panel no presente ningún error de sistema, como suele ocurrir en los estrenos de los artilugios nuevos. Por puro contraste, la presumible rusticidad de sus interiores flirtea inteligentemente con los atrevimientos vanguardistas de Díaz Varela, capaz de acoplar el mobiliario de diseño nórdico en un ambiente afectado por los vanos y dinteles de piedra, las balconadas de forja y un pavimento urdido a mano con guijarros de río en el zaguán. Delicadeza, talento artesano y respeto puntilloso por la tradición del lugar, ostensible en el uso de tintes naturales sobre las paredes y de barro cocido por los suelos, a pesar de la relevancia que hoy adquiere Vilafamés como potencia del azulejo industrial en España. Descanso y evocación Este jardín puede serlo todo menos aburrido. Hay lienzos interiores de mampuesto que enamoran; rincones y texturas que recuerdan a los de los palacios venecianos; flores naturales sobre las mesas y en los poyetes de la chimenea; destellos ambarinos en la mayoría de las habitaciones, ninguna igual a la otra... Alcobas que huelen a especias de otras geografías. Espacios sensatos ideados para el descanso y también para la evocación. Esas fundas de cama blancas, esos butacones de madera y mimbre. Aparadores sin televisor encima ni minibar debajo. Baños casi sin cosméticos (están a la venta en la recepción, buenísimos, de la marca francesa Occitane). Al pie de la Peñagolosa, por donde se escurre este jardín vertical, las puestas de sol dejan un recuerdo imborrable. Especialmente si se escudriñan desde las habitaciones número 2 y 3, las más despejadas y luminosas, las más indicadas para cortar el hipo..., ya que no hay gaseosa que haga el trabajo.
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  • Diario El País S.L.
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  • EL JARDÍN VERTICAL, colgado sobre las murallas medievales de la localidad castellonense
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  • Panorámicas de vértigo en Vilafamés
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