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  • Hubo un tiempo en el que una de las mayores aspiraciones de un alcalde era obtener un parador de turismo. El logro servía a la recuperación de un patrimonio monumental condenado de otro modo a la ruina. Ahora, ese otro modo toma la apariencia de un hotel con encanto, y el presupuesto destinado a la restauración sale de bolsillos privados, más proclives a la filantropía o a la moda del turismo rural. Tales nobles propósitos han impelido a José Cuadrado, un hombre vinculado desde siempre al sector turístico, a jugarse el pecunio en el remozamiento de una casa solariega del siglo XVII cuya singularidad podía merecer la venia plenaria de Santa Cruz de Mudela y sus munícipes. Antes de la obra, apenas era un esbozo de fachada sin nombre. Desde mayo de 2003, fecha de su apertura, dos grandes blasones de piedra labrada refuerzan el interés histórico de esta población manchega junto a la autovía de Andalucía. Un paisaje inusitado de columnas, vigas de madera y cúpula traslúcida, presidido por una fuente sin chorro, se abre justo al traspasar el zaguán. Cuadrado ha armado su hotel alrededor de esa pieza esencial para el natural esparcimiento que es el patio central, recuperado con rigor arqui-tectónico y mucha sensibilidad. Al fondo, como un imán, el jardín atrae todas las miradas por su milagrosa extensión dentro del entramado urbano de Santa Cruz. Lo flanquean la piscina, el coro de la capilla y una bodega típica decorada con tinajas, amén de otras instalaciones provisionales como el almacén de bebidas y el contenedor de basuras, apenas separado de la cocina por un biombo. Gajes de un hotel aún en periodo de rodaje. Discreción y tonos ocres En la primera planta orbitan los dormitorios, ni muy amplios, ni estrechos. Decorados sin riesgos, en función de los cimientos manchegos de la casa que determinan, a juicio del propietario, su razonada austeridad. Muebles castellanos, suelos de barro y telas gruesas en tonos ocres. Espacios recios y severos como el empedrado. Todo muy discreto, salvo en lo tocante al capítulo cosmético, que exhibe la marca italiana Etro. El ambiente cálido y refinado del comedor refectorio se pone de relieve a la hora de la cena bajo un artesonado de madera y unos apliques de luz confidente. Menos jaez se percibe en los desayunos, cortos y servidos sin ninguna excelencia. Y mucho menos en la vocinglería del personal cuando toca despachar las mesas o hacer las habitaciones. Sólo cabe imaginar a tales gajes que algún día terminará el hotel su rodaje.
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  • Diario El País S.L.
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  • PALACIO SANTA CRUZ, una casa solariega del siglo XVII en la ruta de La Mancha
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  • Severidad y encanto en el Campo de Calatrava
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