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  • La gran novedad de la temporada invernal ha sido el vínculo entre las estaciones andorranas de Soldeu-El Tarter y Pas de la Casa-Grau Roig, mediante el cual se constituye el dominio esquiable de Grand Valira, el mayor de todos los Pirineos. Con las expectativas que generan sus 190 kilómetros de pistas, anticipa sus mejores días un hotel de mediana capacidad empeñado en parecer pequeño, atildado de antigüedad por su tipismo de piedra y madera, casi venerado en el Coprincipado por su alto índice de ocupación y sin otro inconveniente grave que el de su emplazamiento, al otro lado de la carretera de ascenso hacia Soldeu, a 1.710 metros de altitud. Nació con aires de encanto y, ahora, busca ampliar su tradicional clientela británica con la aportación de otros visitantes asiduos al esquí andorrano. Con mayor o menor fortuna y autenticidad, la madera decora hasta el último rincón del hotel, lo que realza su acento hospitalario y disipa las suspicacias originadas por el ademán industrial del servicio. Desde el exterior, la construcción se ve cálida e intensa en primavera; abrigada y coqueta en invierno, cuando el penacho de humo de la chimenea avisa de que dentro hace calor de hogar. En el pequeño espacio compartido por el vestíbulo y la recepción, tanto el mostrador como las paredes se abrigan de madera en listones, con forma de arcos, unas veces pintada, y otras, labrada. Al fondo de la recepción, irradia mucha calidez un comedor ambientado con adornos de cristal e iluminado como un árbol de Navidad, ciertamente elegante. Vacaciones familiares Algo menos mimada, la decoración de las estancias relega el paisaje de la madera a una condición puramente testimonial, apenas para justificar el parqué seriado del suelo, la pulcritud del mobiliario y la personalidad de los cabeceros. Están pensadas, claro que sí, para resistir unas vacaciones familiares con niños o el alojamiento de grupos organizados a través de agencias de viajes. Desde esta perspectiva constituye un acierto el haber incluido literas en un hueco existente entre la alcoba y el cuarto de baño. De noche, la poca iluminación de las camas puede agobiar si no se encuentra pronto el sueño. Pero los cuartos de baño ofrecen un buen surtido cosmético y abundante ajuar toallero. Cumplen más que de sobra con su utilidad tras una jornada en pistas. La tercera planta reúne las estancias más recomendables por su equipamiento y su luminosidad, filtrada a través de una generosa terraza pavimentada de losetas de pizarra con una mesa y varias sillas. Se asoman en paralelo al valle y a las pistas de esquí. En las antípodas del encanto, los desayunos se ofrecen en un bufé sin servicio, de productos preelaborados y zumo de máquina exprimidora más insípido que un granizado de nieve polvo recogida en las cotas altas de Grand Valira. El hotel cuenta con guardaesquís con armario propio y ofrece actividades de nieve en invierno y el ecoturismo en verano, así como una amplia gama de excursiones, mountain bike y salidas a caballo, entre otras alternativas de ocio.
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  • Diario El País S.L.
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  • HOTEL DEL CLOS, la estética de la madera frente a las pistas de esquí de Grand Valira, en Andorra
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  • Esquí en invierno y ecoturismo en verano
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