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  • En la ola del pretendido lujo que promueve el sur de Tenerife termina de consolidarse un hotel estrenado hace poco más de un año en Costa Adeje, extensión urbanística cabal de la conocida playa de las Américas, a 20 minutos del aeropuerto internacional Reina Sofía. Apabullante en su construcción, y recluido en la segunda línea de playa, el hotel Costa Adeje es un cinco estrellas con servicios y precios de tres. Un proyecto megalómano inspirado en el estilo made in Las Vegas, tejido en torno a unos exuberantes jardines subtropicales (¡hay que ver qué bien se dan las buganvillas y las flores de Pascua en las Islas Afortunadas!) con hectáreas y hectáreas de láminas acuáticas, voladizos, puentes, miradores, arriates y plantas colgantes. El paisaje que todo el mundo sueña, sin confesarlo, para unas cortas vacaciones de invierno al calorcito canario. Pero lo verdaderamente impresionante de este hotel, desde el plano arquitectónico, es el enorme vestíbulo central, habitado por quioscos comerciales, tejavanas con mostrador y bar, pérgolas ambientadas con sofás y cojines a mogollón, pasarelas en varias alturas, un piano-bar muy animado y, abróchense los cinturones, un techo de cristal transparente diseñado al mismo tiempo como fondo de la piscina. Durante el día, el espectáculo está garantizado: los nadadores sobrevuelan cual pájaros el cielo panorámico del lobby. Se supone que el dispositivo de ingeniería cuenta con todas las garantías de seguridad. El resto de las instalaciones se resume en varios alineamientos de tumbonas, a cientos, sobre las que transcurren sin conciencia las horas de vacación. Algunos futbolines, mesas de billar y videojuegos distraen a los más activos. En las tiendas se apilan estantes y estantes de crema solar, por si acaso. El tamaño de las habitaciones, y no sus irrelevantes lujos, justifica el firmamento estelar acuñado en la placa acreditativa del hotel. Los muebles entonan, pegados a la pared, un cántico funcional, sin atiplamiento, mientras que el trasunto decorativo resiste plenamente el veraneo en familia. Más allá de la alcoba se ofrece un balcón volado sobre los jardines, las piscinas y, muy al fondo, el mar. Arriba, en la azotea del edificio, existe la posibilidad de enajenarse con unas vistas más arrebatadoras de ese mismo océano. Una celosía de barandas aísla razonablemente la zona nudista, con piscina y bar propios, objetivo frecuente de las miradas furtivas de la chiquillería.
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  • Diario El País S.L.
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  • COSTA ADEJE, un hotel de cinco estrellas a precio de tres en Tenerife
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  • Nadadores surcando el techo del 'lobby'
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