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  • La comodidad es su mejor argumento: simplifican la conducción y cansan menos. Los cambios automáticos reducen el trabajo del conductor y funcionan con más suavidad que los manuales y secuenciales. Al acelerar van subiendo marchas, y si se necesita más potencia, basta con pisar a fondo el acelerador: el sistema hace que reduzcan solos y estiren después la marcha hasta el tope de vueltas. En contrapartida, el convertidor de par (el embrague de los automáticos) patina al acelerar y provoca pérdidas de potencia que reducen las prestaciones y aumentan el consumo. Además, la mayoría tiene sólo cuatro marchas y tienden a seleccionar la más larga, lo que limita la capacidad de control sobre el coche, sobre todo en zonas viradas. Y obligan a realizar la maniobra del pisotón (kick down) más de lo deseable, aumentando el consumo. Casi todos los modelos tienen versiones con cambio automático.
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  • Diario El País S.L.
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  • El argumento de la comodidad
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