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  • Dos edificios emblemáticos sitos en el centro histórico de Mérida, el antiguo hotel Emperatriz y un palacete de mediados del siglo XIX, unen desde octubre sus fachadas en un hotel boutique de la cadena Sol-Meliá. El primero, conocido como el palacio de los Mendoza, mezcla en su fachada el estilo renacentista con el gótico final, y guarda en su interior un patio porticado del XIX con sillares de la época romana. Aquí residió Luis de Mendoza, el caballero que trasladó a Muley Hassan desde Granada el mensaje de los Reyes Católicos que ponía fin a la Reconquista. El inmueble colindante, de 1802, ha sido durante casi dos siglos residencia particular de los Pacheco, una familia influyente en la vida extremeña, y en él se han hospedado Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII. En clave neomudéjar Todas las instalaciones hoteleras giran en torno al claustro monumental, restaurado quizá con un exceso de celo por la recreación desinhibida de los frescos y colores que decoraban las mansiones romanas. Quienes conocieron el viejo hotel Emperatriz seguramente echarán de menos la sobriedad y el encanto que exhibían sus decadentes paramentos. Impacta sobre la retina el azul rabioso de los pilares, si bien mejora el ambiente gracias a los cenadores y a la iluminación del vestíbulo, resuelto en clave neomudéjar. Donde mejor brillan las cinco estrellas de este Meliá es, sin duda, en sus 75 habitaciones, a cual más amplia y confortable, lejos del sesgo cursilón que distingue a otros hoteles boutique de la cadena en Zamora, Salamanca y Trujillo. El mobiliario, de madera tintada, sobresale por su afinamiento y discreción, especialmente el que sirve para camuflar el televisor y el minibar, frente a una espectacular cama de matrimonio enmarcada por unos mosaicos inspirados en la Emérita Augusta romana. La iluminación, equilibrada, se sustenta en apliques, lámparas de mesa y focos halógenos de apoyo, con los que uno puede vestirse cómodamente, leer o pensar a media luz. Muy conseguidos también parecen los cuartos de baño, alicatados hasta media pared con teselas que evocan las casas romanas, equipados con un ajuar cosmético reservado por Sol-Meliá para sus hoteles de máxima categoría. Cabe así preguntarse por qué se ofrecen en los armarios unas perchas vulgares y, como llaveros, unas tarjetas de plástico birriosas. El hotel dispone de ocho salones para reuniones de empresa, ninguno apreciable por sus dimensiones. Más pequeños aún, la piscina y el gimnasio suponen un lujo en la microalcazaba emeritense, única atalaya desde la que asomarse a sus tejados y disponer de alguna perspectiva de conjunto sobre el entramado urbano.
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  • MELIÁ MÉRIDA se instala en dos inmuebles históricos y los unifica
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  • Ecos de las mansiones romanas
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