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  • Primera parada del viaje: nos remontamos hasta el año 122 de nuestra era. El destino: Britannia, nombre romano de la actual Gran Bretaña. El emperador Adriano, nacido en tierras andaluzas, desembarca en la isla para inspeccionar la provincia en persona. Los informes que recibe son preocupantes: las tribus caledonias que pueblan el norte se resisten a la ocupación, realizan continuos ataques contra las legiones, son un azote para los intereses del Imperio. Adriano, que desde su proclamación como emperador ha cambiado la política de expansión por una de consolidación de las fronteras, encarga a su ejército la construcción de un muro que divida la isla de costa a costa. Segunda parada: invierno de 2003. Contra todo pronóstico, la mañana se ha levantado despejada. Pero en cuanto desciendo del autobús que nos ha traído al pie de la muralla, fiel a la tradición o al tópico (que aquí a menudo son la misma cosa), el cielo inglés rompe a llover como con desgana. Nubes grises y puras: por mucho que las mires, sus formas no evocan nada. Nubes que se antojan pintadas. Me cubro con la capucha. Me pregunto si los legionarios llevaban paraguas. Con precaución, subimos una colina verde y despeinada. Desde lo alto, el trazado de roca serpentea hasta perderse en el horizonte. Aquí y allá, salpicados, se adivinan los restos de los numerosos fuertes y puestos de guardia y el vértigo de las zanjas abiertas en la cara norte. Los castillos rotos distan entre ellos una milla romana de distancia (1.474 metros). Casi todas las poblaciones que puntean el mapa alrededor de la muralla presumen de restos arqueológicos, de torres aún erguidas, de visitas guiadas o de leyendas relacionadas con ella. Se dice que en uno de los castillos del muro el rey Arturo libró su última batalla. Conseguida la victoria, Arturo y sus fieles caballeros cavaron sus propias tumbas en algún lugar al pie del muro y se enterraron en ellas a la espera del momento en que Inglaterra los necesite para despertar de su letargo. Significado y geografía En un montículo, recortados en el aire, dos niños rubios recrean un combate con sus paraguas a modo de improvisadas espadas. Construcciones monumentales con vocación de monumento, las murallas merecen ser visitadas cuando el tiempo las ha vuelto ruinas, cuando el musgo las ha hecho suyas, cuando han perdido significado para ganar geografía. Nos hacemos varias fotos de grupo apoyados contra el viento. Paso la mano por la hierba, que huele a la lluvia que ya no cae. Subimos al autobús en dirección a Newcastle. Antigua urbe minera, la desconocida Newcastle gusta por sus ambiciones. Sin dar la espalda a su pasado, presta oídos y terrenos a proyectos nuevos, recicla antiguos espacios, tiene hambre de cambio. Dibujando el contorno de la ciudad, el río Tyne. Atado con numerosos puentes, entre todos destaca el premiado Millenium Bridge, un enorme ojo metálico que se abre o se cierra dependiendo del tamaño de los barcos que lo cruzan. En la otra orilla, el Baltic, un antiguo almacen de grano transformado en centro de arte contemporáneo, lugar de encuentro e inquietudes donde disfrutamos de una impresionante sesión de música soul a cargo de un anónimo dj local. Justo al lado del Baltic, asombra el esqueleto futurista del Sage Gateshead, palacio de la música diseñado por Norman Foster que se inaugurará el próximo invierno. Al otro lado del Tyne se encuentra el centro de la ciudad, conocido como Grainger Town, cuyas calles empinadas se abren como un libro de postales de arquitecturas victoriana y georgiana. Imperdonable no visitar Castle Keep, construcción que data del siglo XII y que dio nombre a la ciudad New Castle (castillo nuevo). Por la noche, el viajero debe perderse por Quayside, puzzle de restaurantes, pubs, clubes y cuerpos universitarios. Los nativos saben de cerveza y de música. Y saben mucho. La noche de Newcastle no conoce el silencio. Quien lo ponga en duda que acuda al famoso Tuxedo Royale, el club nocturno flotante, o a pubs tradicionales como The Crown Posada, The Bridge y el Tyne. Antes de abandonar Newcastle, merece la pena hacer una parada en el Angel of the North, una impresionante escultura situada en la carretera A1 que domina el horizonte de la city. - Josán Hatero (Barcelona, 1970) es autor del libro de relatos Tu parte del trato (Debate, 2003) y redactor de la revista Men's Health.
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  • El muro de Adriano, un corte de 117 kilómetros en el norte de Inglaterra
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  • La última frontera de los romanos
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