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  • Los aeropuertos de las grandes capitales se transforman, poco a poco, en verdaderas ciudades aeroportuarias llenas de tiendas, cafeterías, museos, cines, clínicas y, por supuesto, hoteles. Integrados en algún terminal o en un edificio aparte alrededor de las pistas, resuelven la necesidad esencial de cabecear entre sábanas a la espera de un vuelo, matar el tiempo durante una escala o servir de enlace a las tripulaciones en sus desplazamientos intercontinentales. Éste, de la marca Tryp, no es propiamente un hotel de aeropuerto, pero dista apenas cinco minutos en taxi de la nueva zona urbanizada de El Prat, por la autopista que conduce a Barcelona. Es una construcción de líneas puras, geométricas, con el sesgo minimalista actual puesto en valor por Carlos Ferrater, arquitecto del Jardín Botánico de Barcelona, la Villa Olímpica del Valle Hebrón y el Palacio de Congresos de Cataluña, gracias al cual recibió en 2001 el Premio Nacional de Arquitectura. Su planta tiene forma de Z y la fachada interpreta un himno a la modernidad de acuerdo con el estribillo insistente de los despegues aeronáuticos, toda revestida de ladrillo blanco con el único resguardo de un tapial de losetas pizarrosas. Desde el otro lado de los cristales se percibe, aunque sordo, el rugido inicial de los aviones en su penígera carrera celestial. Bajo las azoteas estructurales, el lobby subraya en cinco alturas una monumentalidad arquitectónica digna de ver y gozar en semipenumbra, junto a los alveolos de descanso, moteados de sofás, apliques y lámparas de pie. Un espacio diáfano únicamente previsible en los hoteles de corte americano, donde se dan cita las tripulaciones aterrizadas en la nocturnidad de BCN sedientas de sangría y alcohol a precios asequibles. Un lugar también muy agradable para copear entre horas, escuchar música lounge o leer la prensa. Antojo de habitaciones A esa hora clandestina sienta muy bien verse agasajado por el personal de servicio, diligente en la tramitación de la llegada e inteligente en la atribución de las habitaciones según los antojos de la clientela. Algo impersonales, es verdad, pero relucientes de nuevas, pulcras y confortables gracias al ensolado de madera y a su bufete en tonos claros. Las camas son amplias y de colchón terso, al gusto japonés, con algunos detalles de buen diseño, como el tubo luminoso que recorre el diedro formado por el somier y el ventanal. Más estrechos, los cuartos de baño encierran la bañera tras una cortina de higiene sospechosa, escasamente surtidos de cosméticos y toallas de leve gramaje. Si el desayuno apenas subvierte el paladar con su bufé insulso y los churros pringosos de aceite, que las deficiencias antes señaladas continúen un año después de su inauguración mal entendimiento tiene en un hotel de semejante notoriedad arquitectónica y conceptual.
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  • Diario El País S.L.
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  • TRYP BARCELONA AEROPUERTO, asequible y moderno, para una escala en El Prat
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  • Los leves espacios de Carlos Ferrater
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