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  • En Consuegra, desde lo más alto del cerro Calderico, con el aire azotando en la cara, los 11 molinos allí alineados sobre el paisaje toledano configuran un poderoso espacio escenográfico. Las aspas, que se clavan a los robustos cuerpos cilíndricos de mampostería, son orientadas en la dirección del viento por los palos de gobierno de estos briosos ingenios traídos a la zona por los aventajados flamencos en el siglo XV. Consuegra, Campo de Criptana, Alcázar de San Juan y Mota del Cuervo son localidades que conservan ejemplares de unos gigantes con los que Cervantes hizo combatir a Don Quijote en el capítulo VIII de su libro. Los más antiguos datan de principios del siglo XVI, monumentos de muros blancos que observan silenciosos los hipnóticos campos manchegos, sus enormes extensiones vitícolas y sus poblachones encalados. Los últimos funcionaron hasta finales de los treinta, y sólo en ocasiones señaladas recuperan ahora el perdido esplendor de la molienda. En Consuegra, por ejemplo, durante la Fiesta de la Rosa del Azafrán, el último fin de semana de octubre, el molino Sancho se viste de nuevo tras ser liberado de las cuerdas que impiden que las aspas giren. Su traje de fiesta: unas gruesas lonas que impulsan los enormes brazos que mueven las piedras que trituran el grano. 1 Consuegra Cortado en dos mitades por el río Amarguillo, el pueblo toledano de Consuegra, a unos 130 kilómetros de Madrid por la carretera de Andalucía, muestra orgulloso sus 11 molinos junto al castillo de la Muela, en lo alto del cerro Calderico. La fortaleza, de finales de siglo XII o principios del XIII, fue reconstruida en varias fases y defendió esta población durante la Edad Media. Castillo y molinos conforman un conjunto apto para caballeros andantes. Dos euros cuesta pasearse por ella y sentirse un centinela en sus murallas. Dentro, además del agradable jardín donde sentarse un rato, se aprecia la buena rehabilitación realizada en los años noventa. Cuatro de los molinos cuentan con el mecanismo completo, pero, con o sin mecanismo, todos registran un incesante ir y venir de visitantes. La mayoría españoles, pero también japoneses que no paran de hacer fotos en cuanto el autobús aparca. Uno de los molinos, llamado Rucio en honor al burro de Sancho Panza, guarda en su interior, además de la maquinaria -en la que se pueden ver, entre otros elementos, las piedras solera y volandera utilizadas para moler el grano-, una sorpresa: botellas de vino de la zona para quien quiera dejarse unos euros. 2 Alcázar de San Juan Pequeños campos salteados de olivos discurren junto a la carretera desde la salida de Camuñas hasta Villafranca de los Caballeros. Ya en Alcázar, en el cerro de los Molinos -hasta llegar arriba hay poco menos de dos kilómetros que mucha gente sube a buen paso- se dominan no menos de 50 kilómetros de un horizonte de viñedos, una de las extensiones vitícolas mayores de España. De nuevo, como en Consuegra, un mundo a los pies del viajero. Tan sólo las antenas estropean la vista horizontal, cortada por el tranquilo discurrir del tren. Alcázar de San Juan, el principal nudo de vías férreas al sur de Madrid, enlaza la capital con el sureste de España. 3 Campo de Criptana El siguiente punto de la ruta es de colores: marrón, blanco y azul. En Campo de Criptana, además de los 10 molinos encalados que se levantan en el cerro de la Paz, las casas albas reservan un espacio al añil, con el fin, según se dice, de ahuyentar a los malos espíritus. Al pie del cerro existe una zona llamada "de respeto" que conserva las precisas hechuras de una arquitectura popular de casas bajas, calles estrechas y cuestas empinadas. Algunos estudiosos dejan caer que en lo alto de este cerro Don Quijote batalló contra los molinos. Monumentos de interés histórico desde 1978, algunos conservan la maquinaria y han sido restaurados. El denominado como Poyatos alberga la oficina de turismo. 4 Mota del Cuervo La ruta continúa hasta Mota del Cuervo. En esta última parada descubrimos el paraje conocido como la Sierra, un gran farallón desde el que se domina el pueblo, que se abre a un extenso horizonte luminoso. Junto con el de Alcázar de San Juan, es el espacio más impresionante. Sus siete molinos reivindican para sí el renombrado episodio quijotesco. Regresa la sensación de vacío combinada con el impacto de la geometría circular de los molinos. Abajo aguarda el casco antiguo, bien conservado, con la plaza del Ayuntamiento y el barrio alfarero como puntos de interés.
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  • Gigantes marcados en el mapa
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