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  • No sobra ni falta nada. La arena brilla y se funde en la orilla con un agua turquesa. Aquí asoman casi horizontales unas palmeras, y allá se anclan unas escultóricas piedras graníticas moldeadas y surcadas caprichosamente por siglos de erosión. Agotados por la última cuesta del camino, los excursionistas abandonan sus bicicletas bajo un gran árbol que protege de un sol vertical. El esfuerzo ha valido la pena. Majestuosa y salvaje, la playa de Grand Anse se extiende en una pequeña bahía al sureste de la isla de La Digue. El Índico (con temperaturas medias en torno a 27 grados) incita al baño y a mirar desde el agua la montaña cubierta por una tupida vegetación tropical que se detiene en la misma arena. Sobra encanto para todos los gustos. Grand Anse, Anse Source d'Argent (también en La Digue), Anse Lazio (en la isla de Praslin) y Beau Vallon (en Mahé) son sólo algunas de las playas más célebres de Seychelles. Pero cada uno de los 122.000 viajeros que llegan al archipiélago anualmente elegirá para el recuerdo su propia ensenada: la solitaria Anse St. José (en Curieuse), por ejemplo, o la diminuta Anse La Farine (en Praslin). Para gozar de estos serenos placeres, la oferta hotelera y de casas de huéspedes es variada, desde unos 70 euros la habitación doble. En el extremo opuesto se sitúan exclusivos resorts-isla, como el de North Island, donde una noche cuesta 1.095 euros por persona. Y del descanso absoluto a la acción y las emociones. Por ejemplo: una mañana de snorkeling. El amarillo limón o el azul cobalto de cientos de peces tropicales contrastan con el gris de algún huidizo tiburón que pasa sin alterar la calma. Las tortugas marinas nadan con delicadeza, y un encuentro con ellas es muy probable en las aguas de la isla de Grande Soeur. Abundan los peces ángel, mariposa, soldado... y hasta 150 especies tropicales. En tierra, la jornada se planifica en busca de la legendaria palmera del coco de mer (Lodoicea maldivica). En el interior montañoso de la isla de Praslin, la reserva natural del Valle de Mai, patrimonio de la humanidad, esconde unos 6.000 ejemplares. Su enorme fruto, que se asocia con el pubis femenino y al que la tradición atribuye poderes afrodisiacos, madura durante seis o siete años y puede pesar 20 kilos. Un camino recorre entre la penumbra este bosque antediluviano y misterioso, animado por el canto de los loros negros y el rumor del viento en las ramas. Las longevas palmeras, de hasta 30 metros de altura, pueden superar los 200 años. Algunas hojas jóvenes alcanzan los 14 metros de largo. Granito y coral Protegida en el 46% de su superficie terrestre, la naturaleza, hermosa e inofensiva, es el hilo conductor de las Seychelles. El archipiélago se compone de 115 islas -42 graníticas y 73 coralinas- diseminadas por el océano Índico, al norte de Madagascar y alejadas entre 480 y 1.600 kilómetros de la costa este africana. Las montañosas islas Interiores, donde se concentra el turismo y la población, se sitúan al norte. Desde el aire parecen pequeñas cumbres de una gran cordillera sumergida (el punto más alto, a 905 metros, se sitúa en Mahé, en el parque nacional de Morne Seychellois). Emergen de un mar poco profundo, una meseta subacuática formada durante la separación de África y la India hace millones de años. En el siglo XVIII, los franceses fueron los primeros habitantes estables, y bautizaron las islas en honor al vizconde Jean Moreau de Séchelles. En 1814 pasaron al Imperio Británico, hasta la independencia, en 1976. Mahé es la mayor, epicentro de la República de Seychelles, donde vive el 85% de los 81.000 habitantes. El único cine y el único cruce de coches con semáforos del país están en la única ciudad: Victoria, con unos 25.000 vecinos, una de las capitales más pequeñas del mundo. Y otra singularidad: la campana de su catedral tañe dos veces, unos minutos antes de cada hora y a la hora en punto. Lo recoge una canción popular: "Vuelvo a las Seychelles, islas del paraíso, donde el reloj suena dos veces...". Decenas de tiendas de souvenirs hacen patente que el país vive del turismo. Pero también de la pesca, sobre todo de atunes y bonitos. El pescado domina la gastronomía local (cada persona consume al año 95 kilos) y ocupa uno de los rincones más animados del mercado, donde se ofrecen mangos, plátanos, canela, vainilla y salsas picantes con nombres tan elocuentes como hell fire (fuego infernal). Pasear por Victoria ayudará a aclimatarse, adaptar el ritmo a la parsimonia autóctona y descubrir la bella mezcla de razas y de rasgos. Pero para embeberse de la diversidad de las islas, nada mejor que el island hopping, saltar de unas a otras en barco, avión o helicóptero. De Mahé a Curieuse, por ejemplo, leprosería entre 1833 y 1965, donde el visitante va de la mano de unos rangers que cuidan de una pequeña colonia de tortugas gigantes (las más grandes de su especie, junto con las de las islas Galápagos, en Ecuador). Salvo en la lejana isla coralina de Aldabra, donde hoy vagan a su antojo unos 150 ejemplares, en el resto del archipiélago la especie se extinguió. Pero hoy su recuperación está avanzando también en un centro en Silhouette (donde se rodó la segunda entrega del programa de televisión Supervivientes). Próxima parada: La Digue. Una veintena de coches y cientos de ciclistas toman las pistas asfaltadas y los caminos. Los habitantes saludan a los turistas al cruzarse con ellos. En el muelle, en el casino o en una playa alejada cualquiera es fácil entablar una charla. Y en un entorno sencillo donde, al igual que en el resto de las islas, no se percibe escasez, los elogios a la belleza paisajística son recibidos con orgullo y agradecimiento. Desde el mar, la silueta de la costa funde vegetación, granito y arena. El catamarán Pearl of Seychelles propone, en tres, cuatro o siete noches, una isla por jornada. Y un extra: la pequeña Aride. El capitán, Christian Carpentier, advierte: todos a cubierta. Y de pronto, al acercarse el barco a la punta oeste de Aride, cientos de fragatas o tijeretas surcan el aire. Los pasajeros siguen hipnotizados su vigoroso vuelo. "Es nuestro pequeño espectáculo sorpresa. Venimos cada semana y nunca falla", se complace Carpentier. Las Seychelles guardan una emoción en cada isla. Un destino perfecto para desconectar. Eso sí, para hacerlo del todo habrá que apagar el teléfono móvil, pues incluso en muchas travesías por mar hay cobertura.
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  • Playas, buceo y excursiones a pie en un archipiélago perdido en el océano Índico
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  • Seychelles, escapada total en 115 islas
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