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No para de sorprendernos Marcos Eguren. Primero fue con San Vicente, demostrando que la tempranillo, nuestra uva más prestigiosa, puede tener cuerpo y estructura junto a sus reconocidas cualidades de finura y complejidad. Luego se fue a Toro y ganó la batalla con dos vinos de locura: Nunanthia primero y luego Thermanthia. Y ahora, este Finca El Bosque, que en su primera añada ya es un vino de leyenda.
La primera impresión, tras la sorpresa inicial por su potencia olfativa, profunda, telúrica, llena de riquezas minerales, es de estupefacción: ¿es esto un rioja? Parece que nos adentramos en territorios inexplorados de un país vitivinícola imaginario. El aroma de hollejo, fragante, envuelto en alcohol, se metamorfosea en frutillos silvestres, ciruela madura, mientras de lo profundo la madera de este bosque encantado manda su mensaje fresco y especiado de aires balsámicos, torrefactos, tabaco y bombón.
Tan atractiva es la nariz que demora el trago. Hay que decidirse porque el vino baña la boca con su poderosa caricia, regala una concentración nada sospechosa, ofrece sin recato sus taninos maduros, sabios, y te despista con su inicial dureza que deviene en pura elegancia.
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