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  • César Manrique no dio puntada sin hilo en su isla poética de Lanzarote. Miradores insospechados, móviles al viento, monumentos posindustriales, burbujas volcánicas habitables, cuevas basálticas reconvertidas en auditorios y hasta un hotel de lujo que planificó junto al arquitecto Fernando Higueras, por el que ambos obtuvieron diversos reconocimientos en el campo de la arquitectura. El hotel Salinas nació hace tres décadas en la playa de Teguise como símbolo de una isla que cimentaba su desarrollo turístico en los valores ambientales y en la reinterpretación artística de sus paisajes. César Manrique buscó inspiración en los mismísimos jardines colgantes de Babilonia, una de las maravillas del mundo antiguo, para recrear en los atrios interiores una selva tupida de vegetación subtropical, macizos florales, esculturas de lava, juegos de agua, pasarelas y madejas de lianas. La piscina exterior, climatizada y regenerada en parte con agua de mar, fue pionera en un paisajismo que hoy imitan todos los hoteles canarios y buena parte de los resorts (complejos turísticos) del mundo. Azul sobre blanco. Piedra negra y agua. Pitas, palmeras, cascadas, arroyos, puentes de madera y pómez volcánico al capricho del esteta. Terrazas sobre el mar El edificio, un histórico ya en la isla, se desparrama sobre la franja litoral de Teguise en cuatro plantas de terrazas esquinadas con vistas al mar y a los jardines. No hace más de un lustro fue remodelado íntegramente por la cadena Sol Meliá, que confió en el arquitecto Álvaro Sans el añadido de 10 lujosas garden villas con piscina privada, así como de un spa cinco estrellas a la cresta de la ola wellness (bienestar y salud). Pese a lo cual cuesta trabajo aceptar que el hotel no esté pasado de moda. El lavado de cara, imprescindible ante el auge de otros hoteles gran lujo en Lanzarote, no ha logrado consolidar el rejuvenecimiento de las habitaciones estándar, que continúan siendo pequeñas y sudorosas de barniz, con una tarima de trabajo sin cajones ni escribanía, suelos de fieltro plastificado en las terrazas y las mismas jardineras, y hamacas de antaño, impropios de un cinco estrellas gran lujo. Los muebles parecen más resistentes y duraderos, pero también más fríos e inclementes. Al menos se ofrece una carta de sábanas para elegir la textura de la segunda piel durante la noche. Las instalaciones comunes forman una retícula urbana frente a la playa con todo lo necesario para disfrutar de unas vacaciones activas: bolera, mini-golf, pistas de tenis... No faltan mostradores donde agenciarse un billete de avión ni boutiques en las que comprarse el último modelo de Gucci. Hasta hay una tienda especializada en puros y accesorios del fumador... Junto al restaurante Atlántico, de bufé, otros tres comedores temáticos -italiano, canario y de toque español- sirven de preludio nocturno a una sala de fiestas con galas en directo donde se desinhibe a gusto la clientela.
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  • Diario El País S.L.
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  • GRAN MELIÁ SALINAS, un histórico hotel renovado en Costa Teguise, Lanzarote
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  • Los jardines colgantes de César Manrique
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